domingo, 12 de agosto de 2007

Inesperado y previsible.

El tono y la propuesta de su llamada me dio alguna pista pero solo era una posibilidad más. También podría ocurrir como otras veces y que el encuentro terminara por los cerros de Úbeda. Sin embargo, desde el primer momento supe que esta vez era diferente y no dudé en cual sería ni su finalidad ni su resultado. Tras unos escarceos formales se produjo la reconciliación de manera explosiva. El vuelco se ha dado y comienza una nueva etapa ilusionante aunque con una dura y delicada tarea por hacer: aceptar los hechos pasados sin rencor y sobre todo exprimir todo cuanto de positivo ha tenido la experiencia de la separación, tanto para cada uno de nosotros como para la pareja que volvemos a formar. Me digo que después de lo que he pasado, a este toro, el sentido de superación de mis recelos, lo toreo yo.
Creo que no tengo que justificar nada, ni a mi mismo ni a los demás, solo hacer lo que deseo, que no hace mal a nadie y sí feliz a mucha gente, y ya está. Pero sí puedo explicármelo mejor, o al menos construir un razonamiento que me parezca sincero, verosímil y coherente. Lo primero es que siempre me he sentido enamorado de mi mujer, ya puedo volver a utilizar el término, e incluso en los momentos más complicados creo haberla aceptado como era en su conjunto, aunque me resultaran difíciles determinadas facetas de su personalidad, como a todo el mundo le puede ocurrir en sus relaciones. Igual le pasa a ella conmigo.
Eso es lo primero y principal. Lo segundo, casi lo mismo que lo anterior, es que no he dejado de quererla, aún cuando hemos estado más alejados. Se lo he tratado de demostrar con gestos, muchos de los cuales, ahora me entero, no le habían llegado, otros sí. Tercero que, aunque no he tratado activamente de encontrar una nueva pareja, no podía evitar plantear esa posibilidad con las mujeres que he conocido. Les he encontrado pegas insalvables a la mayoría. En relación a eso, prefiero volver con una persona cuyos defectos conozco que con otra que solo los intuyo. Cuarto, con esta decisión hacemos felices a mucha gente que nos quiere, sobre todo a nuestros hijos. Quinto, puestos ha convivir con una mujer con hijos, que es lo habitual en mi segmento de edad, prefiero que sean los míos. Que cada uno eduque y aguante a sus adolescentes que yo ye he pasado por eso. Sexto, me ahorro un montón de problemas legales y económicos, que esto del divorcio parece fácil pero cuando hay hijos y algo de patrimonio, con sus deudas, es un lío de mucho cuidado y además muy caro, por los abogados. Podría seguir concretando puntos hasta completar una cifra bonita que permita un titular como diez, doce, veinte, noventa y nueve razones para reconciliarse, pero no hace falta.
En definitiva, me siento feliz y optimista, a pesar de que el camino es largo y duro. Creí que lo más complícado iba a ser aceptar que ella ha vivido su vida este tiempo con más intensidad que yo la mía -sin duda porque lo necesitaba más- pero no está siendo así, sin que por ello la cuestión me deje indiferente ni mucho menos. Lo que más me obsesiona es resolver los atranques que teníamos antes de dejarlo, los cuales empiezan a manifestarse inmediatamente. Me noto más maduro y más seguro ante ellos, y con más capacidad para responder adecuadamente, aunque a veces la situación se me halla escapado momentaneamente de las manos.
La otra clave es construir nuestra vida rutinaria común de manera que se compagine con espacios propios, puntualmente compartidos si se tercia. Eso es vital para dar el necesario aire a la relación. En ese sentido, no solo no vamos a cerrar nuestros respectivos círculos de amistades sino que pretendemos completarlos y consolidarlos, con la conciencia de que si no es así, se puede entrar en la misma dinámica que tan mal nos fue antes.
Y eso es lo que hay. Las personas más cercanas que nos quieren nos animan y confían en nuestro éxito. Los que tienen más recelo, espero que lo olviden y que todo sea como antes, bueno, mejor, mucho mejor. En esa faena estamos.

domingo, 5 de agosto de 2007

Deprisa, deprisa


Los días pasan como una exhalación. Miro la última entrada al blog y hace ya una semana que no aporto nada nuevo aunque parece que fue ayer. Perece que fue ayer asimismo cuando pasaron un montón de cosas, tantas que es difícil recordarlas y asimilar su significado en toda su magnitud. Tal acúmulo de experiencias sobrevenidas te hace pasar por encima de los hechos en vuelo rasante, sin plena conciencia de los mismos, o mejor dicho, con una consciencia intermitente, como esas tormentas de verano que descargan sin piedad en medio de un tiempo soleado –bueno, de un verano lluvioso en el norte o en Escocia, dada la frecuencia de los aguaceros-.
Otras experiencias posteriores, nada especial, momentos sencillos pero revalorizados ahora, van sucediéndose, al principio esporádicamente, ahora más a menudo, y van vislumbrando nuevos caminos. Esa convivencia con dos amigos en el apartamento de la playa, esas sardinas en su punto en el chiringuito, ese paseo entre guiris de mil nacionalidades, esa visión de una jovencita casi irreal y casi desnuda con el suave batir de las olas en la arena como fondo, esa cervecita prohibida y fresquita a la hora de más calor… ese libro sin fin, esa mujer que es amorosa con tu amigo, pero simpática contigo, una serie de vivencias que ahora dan consistencia a mi espacio y mi tiempo presente. Un tiempo que, como siempre, transcurre, pasa, se va, vuela, se pierde, se gana, se para… no, no se para, va deprisa, deprisa -dicen los viejos que a más edad, más rápido- y no hacemos nada por retenerlo.
El paso del tiempo forma parte de la esencia de la vida, es una obviedad, pero hay muchas formas de vivirlo. Conozco a una persona que ha logrado dominarlo, al menos parcialmente, y ha conseguirlo agrandar los instantes, como se estiran los mejores chicles, varias veces al día. Cada vez que tengo noticia suyas me suele describir este pequeño milagro. Es algo tan fácil como contemplar. Ese verbo encierra no solo un acto sino una actitud que implica hacer propio lo que esta fuera de un mismo. Para lograrlo, hay que liberarse del ritmo rápido que nos obliga a mirar sin ver, a oír sin escuchar, a inspirar sin oler, a deglutir sin degustar o a palpar sin acariciar ni sentir. Cuando la persona amiga lo consigue, se siente satisfecha para el resto del día, aunque no siempre ese día resulte sosegado.
Yo tengo que agarrar al tiempo por los huevos y disponerme a reflexionar, a madurar el sentido y la trascendencia de todo lo que está aconteciendo, para que una vez entendido y asumido, constituya un pilar sólido sobre el que basar un nuevo proyecto de vida. Me preocupa cerrar en falso esta etapa y no ser capaz de vivir con satisfacción la siguiente. Es lo que le suele pasar a la gente que va deprisa, deprisa.

domingo, 29 de julio de 2007

Descubriendo lo sencillo


Estos cambios bruscos e inesperados te sacuden todas tus filosofías. Entre otros efectos, te hacen valorar cosas a las que antes no dabas importancia. Algo tan sencillo como estar en la playa, yo lo entendía como aburrido, incómodo, caluroso, lleno de arena y lejos de la bebida fresca. Acabo de llegar de la costa en plan dominguero y ha vuelto a ser una experiencia magnifica: relajo bajo la sombrilla, un poquito de sol, tres baños con algo de natación, un largo paseo, ver gente con todo tipo de cuerpos y sobre todo mucha charla, lo mejor. Incluso el grupo de amigos era de lo más variopinto: un intelectual, una ejecutiva y un funcionario de pueblo, más llano que una plana y yo mismo, que no se como clasificarme. Pues todos teníamos nuestro puntito, por supuesto el funcionario también, al que he escuchado cuando ha dicho sus verdades y con el que nos hemos reído cuando ha lanzado sus ocurrencias. Es otra cosa que estoy aprendiendo, no descartar a priori a nadie por pensar que no es digno de interés. Hasta ahora era, consciente o no, demasiado selectivo y reconozco que ha sido un gran error. Casi todo el mundo guarda en su interior cosas magnificas que pueden enriquecer a los demás.¡Que duro y caro resulta a veces aprender!
A la vez, estoy aprendiendo a valorarme en mi justa medida. Resulta que todo el mundo me sobrevaloraba y yo andaba con un complejo de inferioridad, ¡manda huevos!. Lo más difícil es superar el complejo de culpa que desde fuere me quieren inculcar por el fracaso matrimonial. Ha sido tan fuerte que desde el principio me he autoresponsabilizado de sus causas. Pero ya lo veo más claro. Ahora me toca reconocer mis errores y tratar de corregirlos en lo que pueda para esta ocasión y sobre todo para las que pudieran venir, pero desde luego no acepto ni un ápice más de la responsabilidad que me toca. Que cada uno analice si quiere y puede su trayectoria y si no puede que pida ayuda especializada, porque es la única forma de afrontar de verdad su vida. Es muy fácil proyectar las frustraciones y los demonios internos sobre los demás y pretender quedar indemne. Sobre todo es muy falso: ayer los culpables eran aquellos de la infancia, hoy el culpable es este de toda la vida y mañana será el otro y el de la moto, siempre los malos estarán fuera y nunca nos miramos dentro de nosotros. Así no se resuelve el problema y seguiremos haciéndonos daño a nosotros mismos y a la gente que nos rodea y nos quiere. Después de toda una vida de relación, es lo que más claro he sacado. Yo, por mi parte, tengo previsto iniciar mi propio trabajo personal, con ayuda, después del verano, porque de esta necesidad no se libra casi nadie.
Ahora hay que ponerse las pilas, porque el trabajo lleva amontonado mucho tiempo y nadie lo va a hacer por mí, eso está claro, aunque el interés no es solo mío. La depresión no resuelve los asuntos pendientes que pone en peligro el tinglado que nos da de comer. Así que toca tratar de dormir, lo más difícil, que mañana espera bastante curro. ¡A ver si "los fantasmas" se quedan tranquilos esta noche, que para ellos también debería ser fiesta, coño!.

miércoles, 25 de julio de 2007

No me resigno

No acabo de sustraerme al veneno del teclado. A fin de cuentas es un modo de proyectar, por lo tanto de descargarte, del cúmulo de sensaciones y sentimientos que te desborda, y una manera de poner en claro, al menos en principio, el torbellino de pensamientos que te bulle. No tengo empacho pues en desdecirme de lo que dije ayer y seguir escribiendo cuando me apetezca o lo necesite con la misma libertad que los escasísimos lectores tienen de dejar de leer este espacio cuando no les interese. Y quede claro que les tengo a todos un gran respeto e incluso afecto, en diferente grado eso sí, pero en ningún caso desprecio. Al hilo de esto, hay que recordar que con frecuencia coinciden sentimientos encontrados. Se puede estar dolido con una persona, pero tener un fondo de aprecio y respeto hacia la misma. Incluso a veces se le atribuye una justificación, real o ficticia, para superar el resentimiento que produce una actitud contraria. Generalmente te tachan de tonto, pero yo creo que no es así porque el destrozo que produce la mala leche es mucho peor que lo que se pierde con ese autoengaño. Además, cuando se está dolido y se actúa en consonancia, se suele entrar en una escalada de agresiones -el efecto de acción-reacción- que termina haciendo mucho daño a todos. Cuando dos se dan de hostias, no gana el que da más. Pierden los dos y muchas veces se escapan algunas para los de alrededor, en este caso muchas.
El proceso de separación está yendo peor de lo necesario. Todo el mundo te dice que es lo habitual y que pasado un tiempo se normalizará, pero yo no me resigno a que sea tan doloroso. Analizando mis posibles responsabilidades en este estado de cosas, las de la otra parte ya lo hará ella si lo estima oportuno, creo que el principal problema es que he permitido que una acto en principio positivo como el comunicar a la gente cercana por medio de un texto los sentimientos y experiencias que surgen de esta vivencia, y que para mí ha constituido un recurso esencial para batirme contra la depresión, sea interpretado, a veces con motivos, como un elemento de agresión y de manipulación. Cuando las partes están con la sensibilidad a flor de piel, preocupadas por el día después en lo económico y con sus propios conflictos derivados de la percepción de las consecuencias de sus decisiones, era de esperar que estos textos no fueran indiferentes. Es evidente que he pecado de ingenuo, una constante en mi vida, y puede que en el fondo fuera en parte consciente de las reacciones que iba a provocar y no lo haya evitado pudiendo hacerlo, o lo haya hecho tarde.
Otro gran fallo, más difícil de impedir, ha sido permitir que los hijos se conviertan en un campo de batalla. Explicar la posición propia a los hijos adultos y no ser manipulador, en el sentido de no influir, es muy complicado. Otra cosa es mentir, que eso es intolerable y además se suele volver en contra de quien lo hace. Cuando ese “explicar la posición propia” va cargado de sentimientos, es más difícil aún evitar la influencia. En este apartado no estoy muy orgulloso de cómo he llevado el asunto, aunque si he tratado de no faltar a la verdad.
Por lo demás, no tengo una especial apetencia material, a la vista está, pero sí me preocupa el sustento de todos, el de mis hijos, el mío propio e incluso el de la otra parte, por más que esta no parezca entenderlo así. Es verdad que se da una gran recelo mutuo en esta cuestión. Estoy convencido de que en gran medida es por influencia de terceros, no en mi caso, y el problema es que cuanto más miedos se ponen encima de la mesa más dificultades se generan y lo que era una cuestión sencilla, se hace complicada por tanto querer asegurarla. Y cuanto más complicado, más inseguro.
No todos son fallos. Creo que estoy siendo escrupuloso con el respeto de la vida privada de la otra parte –en otros procesos se dan muchos casos de intromisión grave- a pesar de lo rápido que transcurren los acontecimientos, y trato de que no haya dificultades económicas, al menos no más que las mías.
Somos humanos, por lo tanto con el derecho de equivocarnos y de pedir perdón una y otra vez. Yo hasta el quinto intento serio no he dejado de ser obeso, espero que este sea el definitivo, pero si volviera a recaer, lo volvería a intentar. En esto solo cabe la reflexión, el reconocimiento y la rectificación, con la esperanza de que la otra parte haga lo propio en lo que le toque. A ambos nos interesa.
Personalmente ando a hostias contra la depresión, y hay días en que creo que voy ganando. Ayer fue uno de ellos porque decidí combatir el abatimiento con actividad, y no paré en todo el día. Hoy trataré de hacer lo mismo. Entre añoranzas y melancolías, intentaré resolver algunos de los muchos problemas que nos acucian.

martes, 24 de julio de 2007

Cerrando el blog

Llevo más de una semana sin escribir y no encuentro el momento. Creo que toca ya cerrar este capítulo porque algunas cosas se van agotando: ahora ya no siento tanto la necesidad de expresarme de manera anónima, ni entiendo que mis reflexiones sean de interés. Mi estado de ánimo debe ser el propio de una persona en mi situación. Me encuentro bajo de energía, lento de reflejos y con poca iniciativa, incluso algo indiferente ante lo que pase. Duermo poco. No obstante, trato de cumplir con mis tareas básicas, aunque con pocas ganas. He perdido en parte la ansiedad del principio, quizás porque a estas alturas doy por perdido lo que más me interesaba. Hoy ha sido un día duro y amargo.
Más adelante quizás intente hacer una recapitulación de este proceso o al menos trataré de llegar a algunas conclusiones. Como adelanto, puedo decir que me ha sorprendido ver como aflora lo peor de la condición humana, sin entrar en detalles. A mi edad se supone que no debería extrañarme, no es la primera vez, pero en esta ocasión me ha dolido especialmente.
También me ha resultado muy llamativa la falta de capacidad para ver más allá de lo aparente. Parece increíble la poca intuición psicológica de personas que por su madurez se les supone más inteligentes. Otro hecho que no olvidaré es la facilidad para meter la pata cuando se está bajo presión. He cometido muchos errores en los últimos meses y ya es tarde para corregir, pero al menos procuraré no reincidir si surge otra ocasión. Por último, tampoco voy a olvidar cómo "lo bueno es enemigo de los mejor”, cómo teniendo una posición buena ante una situación, el ansia por mejorarla puede hacer que al final quede peor. Lo he vivido antes cuando intentaba mantener mi matrimonio, y podría ocurrir ahora cuando se están acordando los detalles de la separación. La situación está muy al límite.
Ahora tengo que tomarme las cosas con más calma. Estoy muy cansado y no hay plan de vacaciones este año. Parece el momento de cerrar este blog y este capítulo, aunque no la historia, que solo acaba cuando el último de tus descendientes te olvida. Quizás más adelante lo reinicie de una u otra forma, pero ahora no estoy motivado. En todo caso, creo que crearé otro blog cuya dirección comunicaré en este mismo sitio.
Es tarde y hay que tratar de dormir. Buenas noches y adiós.

lunes, 16 de julio de 2007

Contradicciones


Que la vida está llena de contradicciones es algo sabido, pero no tanto hasta que punto es así. A poco que se analice cualquier hecho se ve como la lógica inmediata se corresponde con la irracionalidad de fondo, y que Platón tiene más predicamento en la teoría que en la realidad. La primera contradicción que se me viene a la cabeza es el hecho de que cuanto más me he esforzado en pos de un fin, más me haya alejado de él. Si me hubiera estado quietecito, habría obtenido sin duda mejores resultados. Aprender esto me está costando carísimo, sobre todo en lo moral. Puede que tenga que ver con el refrán de que lo bueno es enemigo de lo mejor, es decir de que cuando intentas hacer algo especialmente bien, metes la pata, y si solo haces lo suficiente, consigues tus objetivos. Por eso las personas dinámicas nos dejamos arrastrar por la acción y empujamos en el sentido que nos parece lógico, que luego resulta que es el más inadecuado. Con el tiempo te das cuenta de tu error, pero en este momento estás convencido de que tu modo de actuar es necesario y urgente.
He observado otra situación contradictora y grave. Las buenas intenciones de amigos y allegados pueden hacer mucho daño a la persona a la que pretenden ayudar. Se hayan tan cerca, tan solidarios que no tienen perspectiva, no ven lo que hay detrás, no ven la otra cara. No analizan algunas cosas que chocan, y terminan empujando en el camino contrario. Luego se darán cuenta pero quizás sea tarde y el daño resulte irreversible El mayor favor que podemos hacer a un amigo es ser crítico con su forma de ver las cosas, porque si se está equivocando, nosotros tenemos que sacarle de su error. El camino fácil es dar siempre la razón, pero con ello podemos estar alimentando una actitud nociva. Hemos de distanciarnos, pensar con inteligencia y hacer ver lo que desde dentro él no ve.
He aprendido que lo más inteligente, lo menos dañino, es mantener siempre un margen de duda en todo y esforzarse en pensar que a lo mejor no tenemos toda la razón, que la medida o la actitud que estamos tomando, aunque ahora nos parezca evidente, puede ir en contra de nosotros mismos o contra nuestros amigos. En los últimos tiempos me ha ocurrido más veces de las deseadas. Y en mi entorno, ahora está pasando con seguridad: se ve perfectamente desde fuera y los de dentro no se dan cuenta. No se cómo advertirles, cómo avisarles de que con sus buenas intenciones están haciendo mucho daño a quien pretenden ayudar. Tampoco lo consiguieron conmigo, lo intentaron pero no fui lo bastante inteligente. Parece que ya es tarde, aunque puede que no todo el mundo sea tan estúpido como yo.

De vacaciones


Las primeras vacaciones después de la ruptura son tan inquietantes como la primera navidad o el primer fin de año, pero para esto todavía falta tiempo. En pleno mes de agosto, con el trabajo oficial casi terminado, uno se plantea cómo serán este año. En veranos anteriores siempre fuimos el mismo grupo de matrimonios amigos al viaje que proponía, con más o menos consenso, el que hacía de líder. Aunque había “peros”, al final el resultado era positivo y se volvía a repetir. Eso se acabó.
Este año coincide con todo el maremoto de la separación: acuerdos patrimoniles, tramites, adaptación a las nuevas circunstancias e incertidumbre económica, todo aún sin resolver. ¡O sea que para vacaciones está el patio!. Pero algo conviene hacer, que la cabeza y el animo no están para mucho abuso.
¿Tiene usted cerca un parque con un estanque, o un río o un lago?. Pues acérquese por sus alrededores con espíritu de veraneante. Ese sitio será el Zamora Costa o el Ciudad Real Costa del que dispondrá. Paséese con atuendo playero -ahora creo que se llevan los pantalones pirata- y sienta la brisilla refrescada por el agua como si estuviera en Punta Cana. Siéntese en esa terraza omnipresente y deléitese con su bebida preferida. Si entorna los ojos se transportará al paraje de sus sueños.
Adéntrese al inevitable barrio turístico de su ciudad y trate de incorporarse a un grupo al que el guía le explica el monumento. Se asombrará de lo poco que sabe de su propia ciudad. Entre en la oficina de turismo, diga que viene de Finlandia –no se lo creerán pero que le demuestren lo contrario- y, de lo que le propongan, seleccione una iglesia románica por cada tres bares con encanto. Recórralos con cara de asombrado y entre en las tabernas pidiendo lo más peculiar del establecimiento. Verá como aun se puede sorprender. Localice ese pueblo con sabor añejo que está entre treinta y setenta quilómetros de su ciudad y programe una visita en autobús de línea. Adquiera el billete en la cola, como todo el mundo, y trate de identificar una compañía grata para el trayecto. Una vez allí, andurrée el lugar y tapee en las tascas como si estuviera en la más recóndita ciudad de Europa. Pregunte a los lugareños donde se come bien y sin pamplinas y pruebe la especialidad del lugar. Tome fotos y hágase retratar con la iglesia mayor al fondo. La sensación será muy parecida a un viaje exótico por Tahilandia y no hay color en el precio.
Otra opción es que alguien se lo pague. Si es docente y tiene algo que enseñar, puede hacerse invitar a un curso de verano en otra ciudad y acudir como profesor, siempre a gastos pagados, claro. No está mal, aunque haya que currar algo. Si enseña poco, o lo que no debe, o no se cotiza, todavía puede hacerse contratar por alguna persona con dificultades físicas que quiera viajar, como acompañante y ayuda. Negocie con el algunos días libres en ese tiempo. Hay otras soluciones, pero podrían ser tildadas de indecorosas y no las vamos a mencionar.
Dos puntualizaciones. Una: es mejor ser viajero que turista, estar y vivir el ambiente que seguir un programa impuesto. Y otra: no minusvalore los pequeños rincones cercanos, mucha gente viene de muy lejos para disfrutarlos.Tampoco hace falta un largo periodo de descanso. A veces con algunos días sueltos también se para el ritmo, que es de lo que se trata.
De momento no me preocupan mis vacaciones de este año, entre otras razones porque tengo asuntos más urgentes e importantes de los que ocuparme, lo que no quiere decir que tenga ganas ni ánimo para afrontarlos. Si no surge un buen plan, me quedaré durmiendo hasta las diez y después seguiré en la cama leyendo, a ser posible un buen libro de viajes. Es casi tan divertido como realizarlos uno mismo, pero menos cansado y no le pican los mosquitos. ¡Buen verano!

domingo, 15 de julio de 2007

La buhardilla


He oído que los occidentales entienden el tiempo de manera lineal, donde todo tiene un comienzo y un fin, y los orientales tienden a verlo como cíclico, en que el fin de un proceso es la vuelta a empezar de la misma historia con elementos diferentes. En mi caso quizás se pueda aplicar el segundo modelo.
Hace muchos años empecé, después de algunas andanzas por otros estudios, una carrera en serio y me fui a vivir en una buhardilla –más bien un ático en una azotea grande- que constituyo mi primera vivienda para mi solo. Con mucha ilusión y sin un duro, la amueblé con lo que pillaba y logré dejarla medio a mi gusto, con cierto aire oriental. Resultó práctica y acogedora, aunque en verano hacía un calor horroroso bajo su techo de uralita.
La buhardilla fue la materialización de mi independencia, el despegue de la casa paterna, nunca del todo, y el inicio de una nueva etapa en que entre mis circunstancias y yo fuimos modelando un proyecto de vida. Allí compartí momentos inolvidables con mis vecinos, unos estudiantes medio hippies de los que aprendí a oír música, un poco de biología, algo de investigación científica, y bastante de la vida en general. Allí nos reuníamos los compañeros cercanos a estudiar, a divertirnos algo, a saltarnos algunas normas, lo normal, y, lo más importante, fue el inicio de mi largo proceso amoroso. Allí aprendí a amar por encima de las barreras, poquito a poco, desde el principio, de una forma que creía indestructible porque era un sentimiento fraguado contra múltiples y constantes embates.


La vida ha dado una vuelta completa y ahora parezco estar de nuevo en aquella buhardilla -en este caso un pisito viejo y bajo reconvertido en local- con la ilusión mermada por el motivo del cambio, aunque con el mismo recorte presupuestario. Inevitablemente, queda parte de aquel espíritu de aventura ante esta situación: tener que organizar la casa, mantenerla, saber sacarle provecho, hacer respetar el espacio cuando busques soledad o concentración, compartirlo cuando precises compañía, cederlo cuando tus allegados lo necesiten, etc. Ir transformando uno metros cuadrados de un piso semiruinoso en un espacio con el que uno se identifique requiere tiempo, algunos recursos e imaginación. Ahora ando escaso de todo eso, así que no voy, no puedo, a complicarme la vida y a corto plazo, más que un hogar como el que ya no tengo, aspiro a un sitio donde pasar parte del día y parte de la noche. Lo que hasta ayer fue lugar de trabajo, se va a convertir sin más en un punto donde cobijarse, donde encerrarse y a veces del que huir.
¿Cuánto queda de la ilusión y de la fuerza con la que retiré el papel pintado de las paredes de aquella buhardilla, les di el primer brochazo de pintura o ubiqué el primer camastro? ¿Con que ánimo busco ahora la mejor forma de aprovechar los habitáculos o la manera de abaratar el mobiliario? Hay momentos, en estos días vivo uno de ellos, en que me parece tan imposible recrear un nuevo hogar como mentira haberlo perdido. Esta tarea la habíamos hecho siempre entre dos, donde yo era el encargado de buscar los medios y la compañerita de mi vida de elaborarlos. Hoy me tocaría hacer las dos cosas a mi solo y no me siento con energías ni para lo uno ni para lo otro. En cualquier caso, no ando con intenciones de compartir nada, que el mayor daño que te inflingen estas historias es la profunda desconfianza que te inspira la mitad del género humano.
No era función de estos textos lamentarse, así que, como está saliendo blandengue y arrugado, vamos a dejarlo. Será mejor que me embauque a mi mismo, cosa que según alguien me dice hago yo con los demás -no me había dado cuenta-, y me convenza de que dentro de veinte años todo esto me parecerá una anécdota. Puede que para entonces la vida entera se vea como eso, como una sucesión de anécdotas.

domingo, 8 de julio de 2007

La falta de recursos


Algo común en casi todos los casos de separación es que los mismos recursos tienen que repartirse para dos casas. Y más frecuente es que la del varón, tal como está la ley de protección de la mujer, quede mucho peor parada. Vayámonos preparando. No es lo mismo tener un consumo compartido -donde comen tres comen cuatro- que dividir la organización doméstica de manera que se duplique el pago de vivienda y mobiliario, los contratos de servicios, se incrementen los gastos de ocio por las mayor necesidad de distracción, etc. ¿Cómo sobrevivir?
Ya analizamos anteriormente algunas propuestas a cerca de la vivienda, la ropa y la alimentación. Este capítulo es, obviamente, sagrado. Comer fuera de casa va a resultar más caro a no ser que sean menús realmente económicos y de cierta calidad, preferiblemente de tipo casero. Si no es así, se ha de empiezar aprendiendo a preparar alimentos que apenas necesiten cocinado. Se puede desayunar una leche con cereales u otra cosa de su gusto. Luego en la calle, tómese un cafetito, descafeinado, para completar. Provéase de una parrilla eléctrica y un microondas y tendrá muchas posibilidades. En la parrilla podrá hacer filetes de todo tipo y verduras, que están buenas recién hechas –pruebe las setas- e incluso tortillas. En el microondas podrá calentar, además de la leche, latas de comida casera que no están mal, como las albóndigas o la fabada.¡Ojo, no meta la lata metálica en el aparato, vierta previemente el contenido en un recipiente de loza o plástico!. Vaya ampliando su arsenal de recetas en esta línea, comida no cara, nutritiva y fácil de preparar. De cena, solo fruta y/o yogurt, acuérdese del problema nacional de la obesidad y de la necesidad de cuidar su aspecto físico. No tome ni pinchos ni comida entre horas en los bares. Lleve consigo alguna manzana, que es más sana y barata.
Ahorre agua y energía. Por supuesto, lámparas de bajo consumo, utilizadas de manera inteligente para optimizar el resultado. Apágelas cuando salga. Calefacción y aire acondicionado, lo imprescindible. Agua corriente, la precisa.
Aprenda a entretenerse con poco gasto. Salga con gente que tenga situaciones parecidas, con lo que todos se retraerán un poco en lo económico. Si va solo, recuerde que el consumo es un hábito cultural prescindible en la mayoría de los casos. Beba solo agua mineral, si acaso algún zumo, pero si tiene que alternar, prescinda de las bebidas con gas (refrescos, cerveza, etc), mejor una copa de buen tinto. Es preferible pedir algo barato, un café o té, y disfrutar y alargar el momento. Déle valor a ese pobre brebaje y no lo tome a la ligera. El paseo por las calles, plazas y parques sigue siendo relajante y gratificador. Leer un buen libro –gratis en la biblioteca pública- sentado en un banco al aire libre puede ser más entretenido que un cubata en un discoteca. Invite a la gente a pasear, sin complejos. Entérese de los espectáculos, actividades culturales o eventos organizados por el ayuntamiento o instituciones afines y disfrútelas solo o en compañía. En la red hayará información precisa.
Los desplazamientos son caros.Muévase andando, o en trasporte público . Si no le es muy necesario, venda el coche: obtendrá algún dinero y ahorrará más en impuestos, seguros, mantenimiento y combustible. En estos casos es más barato, créame, tomar un taxi o alquilar uno.
Un capitulo especialmente gravoso es el de las comunicaciones telefónicas.En los primieros meses siente una necesidad especial de contactar con familiares y amigos y explicarles su estado y sus problemas. La tarifa del movil se va a descontrolar. En cuanto pueda, vuelva a su uso normal y tire de del telefono fijo con tarifa plana o a otros medios.
Pague sus multas o impuestos en su plazo, para evitar recargos.
Estudie muy bien sus adquisiciones. No haga compras compulsivas e artículos que no necesite a corto plazo. Compare precios y calidades. Elija los productos más versátiles y cuyo uso canse menos.Cuide los objetos y prendas de uso común para que le duren.
Ante todo, haga esto con dignidad. No vaya dando la imagen de arruinado, aunque no niegue que necesita ahorrar. Si en algún momento hay que ser dispendioso, pues venga, pero luego tendrá que compensarlo.
En general, vuélvase menos consumista. Haga de la necesidad virtud y descubra como se puede vivir plenamente sin caer en la vorágine del consumo. Poseer no proporciona felicidad. Cuanto menos se tiene más se aprecia. Rescate otros valores al margen del mercado, como la conversación, la reflexión colectiva, la contemplación o la práctica de algún arte que no requiera muchos medios, como la escritura, la poesía, el canto, el dibujo, la música, excepto la de piano, etc. No olvide los deportes al aire libre, sobre todo la carrera. Es casi gratis y sentirá como supera sus barreras físicas y emocionales, poco a poco, dándose tiempo.
Recuerde aquellas películas donde se representaba la vida de los intelectuales en la extinta unión soviética. Eran felices sin un rublo. Tampoco era necesario tanto vodka. El agua de Lanjarón, sorbito a sorbo, también termina dando un puntito simpático. Es cuestión de que usted se lo crea, lo mismo que se convence de que un güisqui le hace más simpático. A mi me vuelve más imbecil, sobre todo si son dos. No sea usted el doble de imbecil.

sábado, 7 de julio de 2007

Espacio propio


Por primera vez en esa historia he conseguido un espacio físico propio de uso personal. Tiene aún todas las limitaciones del mundo, en distribución y equipamiento, algunas muy importantes, pero lo tengo disponible a cualquier hora del día: es el embrión de mi nuevo hogar. Me he sentido tan a gusto que apenas he salido a la calle, lo que va en contra de mis objetivos de socialización, aunque también es bueno vivir la soledad, como dice mi amigo Antonio.
De un una moderna tienda he traído varios mueblecillos a precio de risa -la calidad va de justita a mínima- con los que he compuesto una especie de estudio adaptándome a la disposición que tiene el recinto debido a su uso anterior. Ni soñar con reformas en este momento, hay que echarle imaginación y obtener el máximo rendimiento con la mínima inversión y esfuerzo. Ambos, recursos y ganas de trabajar, están justos y he de aplicarlos a terminar de adecuar otro espacio destinado a usos profesionales, que es el que realmente nos sostiene económicamente a todos los implicados en este tema.
Incluso con un mobiliario modestísimo, me siento feliz al disponer de un sitio donde dormir cuando tenga tiempo y ganas (a la falta de sueño se le unía la de un sitio sin condicionantes), organizar mis cosas (hasta he extraviado muchas por el descontrol), leer un buen libro (hábito que estaba perdiendo), escribir (que mantengo a duras penas), ver cine o documentales (que apenas hacía ya), estudiar (llevo meses sin enfrentarme a un texto científico) o estar sin más, añorando o ensoñando, a partes iguales, viendo a través de la mirada perdida en el techo las escenas vividas y por vivir, idealizándolas, recreándolas, agarrado a esa fe perruna de que todo irá como tiene que ir, en el más amplio y positivo sentido de la expresión. Soy hombre de fe, no en Díos, que si existe está en lo suyo, sino en los demás y en mi mismo, y esa fe no me la destruye nadie.
Este miniproyecto de vivienda –mínimo teniendo en cuenta los recursos- también exige planificación. La primera intención fue reformar el piso para sacar al máximo sus posibilidades, pero ahora no es el momento. Así que he sustituido el catre, que guardo con cariño porque nunca se sabe si hará falta otra vez, por un sofa-cama de saldo, luego me he provisto de mesa y sillas de oferta, un armario pequeño y barato, una estantería de plástico y pare de contar. Lo siguiente será plancha y planchero, tostadora y microondas. Cocina, frigorífico, y lavadora son palabras mayores, pero todo se andará. De momento se van comprando los alimentos al día o se come fuera, y se lava a mano o se sigue recurriendo a los familiares, que se sienten muy útiles con ello. Una vez montado y ordenado, provisionalmente, pues habrá que hacer alguna chapuza inevitable y pintar todo, lo he contemplado satisfecho, dándome cuenta que tampoco hace falta mucho para estar a gusto. Hace unos días oí en un programa de radio que el dueño de una multinacional había vivido los últimos años de su vida, por voluntad propia, en una estancia donde solo había un edredón encima de una estera en el suelo.
Siento que este es un espacio propio pensado para vivir solo. Hoy no contemplo la idea de establecer un pareja estable que exija un lugar para ser compartido y presiento que es un criterio firme. Me veo alternando momentos en soledad aprovechada y de compañía gratificante. Aceptar ese tiempo de retiro puede ser un signo de adaptación a las nuevas condiciones impuestas. Ahora estoy viviendo un momento así, sin ansiedad. Me quedaría aquí el resto del día si no me hubiera comprometido a ir a un encuentro social del que no espero nada, que es la mejor forma de encontrarte con una sorpresa. A partir de ahora me interesaré por las revistas de decoración o por la dotación de las celdas de los conventos de clausura, ya iré decidiendo. Mientras tanto, aquí tienen ustedes su casa, para lo que les haga falta.

jueves, 5 de julio de 2007

Los hombres no lloran

Los hombres no pueden llorar en este blog, y como son cabales, lo cumplen. ¿Cómo lo logran? Cuando cada día te aprieten las tuercas un poco más, las anginas de la exigencia te angosten el respirar, la losa del reproche y la culpabilización te rompa los costillares y la bota del exceso te aplaste la cara contra el suelo, cuando además la tuerca, las anginas, la losa y la bota están cargadas de un pasado idílico que se prolongará en los tiempos de la desesperanza y en los espacios de la nostalgia, solo puedes hacer una cosa: caminar, caminar, no parar de caminar.
Tu mirada estará perdida, ¡mira con descaro!, tu espalda tenderá a curvarse, ¡saca pecho!; tu respiración será tenue, ¡respira hondo!; tu corazón latirá sobresaltado, ¡templa el ritmo! tus pasos serán indecisos, ¡imprime fuerza!; tus pies irán arrastrándose, ¡pisa firme!; tu voz sonará sorda, ¡haz vibrar el timbre y pronuncia claro: VOY A SALIR DE ESTO!
Recorre calles y plazas, observa el contorno de los tejados contra el cielo, intuye el ánimo de la gente que se cruza, contempla la lucha del árbol contra el cemento, del pájaro contra la reja, del viento contra la ropa tendida, de la naturaleza contra la cultura. Sumérgete en el mundo que te rodea y flotarás en ese agua densa que te alcanza el cuello. Agua que antes fue torrente limpio y revoltoso, y que algún día será manantial sereno. Si por un momento no puedes reprimir el llanto, oculta tu rostro entre las manos y límpiate rápido las lágrimas, será como si no hubieras llorado, sino solo un mísero gemido que se escapó del pozo triste semioculto tras el telón de tu gallardía.
Encamina luego tus pasos hacia el retiro, el amigo, el hermano, el padre o el hijo, pero llega ya con sosiego, disipa antes tu angustia a través de tus zapatos, llévales algo de la brisa fresca que encontraste por las calles, aire que ragalará tus pulmones tanto como los de ellos. Platica amable y sincero y déjate guiar hasta le lugar de reposo que siempre tienen para ti. Mañana será otro día y quizás las aguas bravías se remansen, la bota suavice su suela, la losa se aligere, las anginas empequeñezcan y la tuerca cambie su giro. Hay que tener esperanza. La esperanza aplaca la tristeza. Y la tristeza puede hacer llorar y en este blog los hombres no lloran.

domingo, 1 de julio de 2007

Controlando el ritmo.


Ayer fue el día después de un día duro, pero había dormido algo mejor que otras veces, cosa inexplicable. Los motivos y detalles, no caben en este blog. Por la mañana acudí a la natación más descansado y sobre todo, más tranquilo. Entré en el agua con cierta familiaridad todavía recelosa, pues mi ambiente natural ha sido siempre de secano. Tras los estiramientos, acometí el primer largo sin mucha bravura, como una tarea rutinaria que hay que hacer, y empecé a bracear a buena marcha, ni rápido ni lento. Cuando estaba cerca del final vi que no sentía esa angustia de otras veces por llegar, y decidí volver sin hacer pausa, cosa inaudita en mi caso, ya que tengo menos fondo que una lata de anchoas. Toqué el borde y tras respirar hondo emprendí el regreso. A la vuelta me fui notando cansado pero supe que llegaría bien. Ya en los últimos metros tuve que apretarme un poco y terminé con el corazón dando zambombazos, como cuando en los primeros intentos de terminar un largo me quedaba a la mitad. Después seguí mi plan de entrenamiento sin problemas ¿Y a que viene todo esto? A que este pequeño logro, o grande, según se mire, se debe a dos circunstancias relacionadas: que voy cogiendo más resistencia fruto del trabajo constante, y que he ido a un ritmo más tranquilo.
Una clave esencial en la vida es el ritmo con que se vive. Si nosotros controlamos la velocidad de la secuencia de acontecimientos diarios, podremos asumirlos de manera natural, e ir resolviendolos sobre la marcha. Así mismo, si marcamos la cadencia de nuestros impulsos vitales, incluyendo el latir de nuestro corazón, nos estaremos otorgando el poder de manejar el devenir de los sucesos, que no vienen impuestos en su totalidad, o al menos el de responderles de manera más calma y segura. Junto al buen estado de ánimo, el control del ritmo de nuestra vida, desde el palpitar cardiaco hasta el fluir del pensamiento, es un elemento básico para atravesar situaciones difíciles.
Cómo hemos dicho alguna vez, ¿Qué fácil es decirlo, no? Pues se puede, lo que pasa es que no de manera perfecta desde el principio. Toda nueva habilidad requiere aprendizaje y todo aprendizaje, tiempo y constancia.
Una característica de la sociedad actual es la rapidez con que nos llegan los estímulos de todo tipo, sobre todo a través de los medios de comunicación, los cuales terminan suplantando la vida real. De alguna manera estos trasladan a nuestro quehacer diario la compulsión que rige sus emisiones. La llegada de imagen tras imagen, dato tras dato, mensaje tras mensaje, no nos permite reflexionar, solo engullir lo que nos mandan, que es lo que pretenden, que consumamos sin decidir. De la misma forma, en nuestro día a día nos programamos un horario muy por encima de nuestras posibilidades de disfrutar lo que hacemos, de integrarlo como una tarea enriquecedora, de vivirlo como algo propio. Y también de esa forma, nuestra mente se desboca sin asumir ni resolver los sucesivos problemas –en la acepción normal, no en la dramática- que ese frenesí nos impone. Esta situación es insostenible, o en el mejor de los casos se cronifica y nos lleva a una vida arrastrada donde poco tenemos que decidir, por lo tanto apenas nada podemos vivir de lleno.
Vivir de lleno lo cotidiano es una forma de plantear lo mismo. Para ser consciente de que me estoy comiendo una manzana, he de contemplarla, saborearla, deglutirla y dar un margen de sosiego para que se inicie una buena digestión y para eso necesito centrarme un poco en esa acción y dejar de lado otras. Quien dice una fruta, dice escuchar a alguien, responderle de manera adecuada, acometer una tarea, tomar una decisión, etc. Para todo eso hace falta que mi mente y mi organismo trabajen al ritmo que le permita su capacidad, no al que le obligen desde fuera.
Por tanto, hay que saber que podemos ejercer en buena medida cierto control sobre los estímulos que nos llegan y sobre la respuesta que les damos. Hemos de tratar de marcar los tiempos, mentales más que cronológicos, de los actos que componen nuestra vida.
Estos argumentos parecen tan obvios que no necesitarían ser comentados, pero nos lo tenemos que recordar porque lo olvidamos continuamente. Hay cosas que olvidamos y deberíamos recordad y otras que no paran de dar vueltas en la cabeza y que habríamos enterrar en lo más profundo de nuestros pensamientos. Pero de eso no quiero hablar ahora, porque no cabe en este blog.

sábado, 30 de junio de 2007

Pedaleando por la ciudad


Al atardecer el tiempo refresca y la paulatina suavidad de la luz da un tono amable al paisaje urbano que nos contiene. La siesta me ha recuperado de la inusual velada de anoche, que terminó casi a la salida del sol. Llamo a algunos teléfonos que me devuelven la señal indiferentes y decido salir en bicicleta hacia la gran manzana medieval de la ciudad, obligándome a cargar con la cámara. Un pedaleo ligero me lleva hasta los límites nobles, donde la última remodelación da un aire cosmopolita peculiar, más decimonónico que futurista, a la entrada al centro. Sorteando a peatones y al carril del nuevo tranvía, arribo primero a la zona de bares cercana a la catedral, donde el señoritío acude ya al sabor de la cervecita y a ver y dejarse ver, que sustituye ahora al deambular por los paseos de antaño. Ese entretenimiento peripatético permiten las obras recién terminadas que invitan al paseante a recorrerlas con el ritmo lento de quien busca entre los que se cruzan a alguien con quien caminar a su lado, cogidos del talle.
Husmeo apenas entre los que sostienen los vasos con las manos y las mesas con los codos, mientras entrecruzo miradas de curiosidad disimulada, y enfilo de nuevo la avenida hasta que un aire gaditano, oculto por una casi muchedumbre en corro, me detiene. Una decena de jóvenes –no se si es chirigota, comparsa o que- cantan temas populares del carnaval de Cádiz. Su inconfundible tipo –personaje que adoptan los carnavaleros- es el de jorobado, aunque hoy no van disfrazados de tal. El guitarrista hace sonar su instrumento con la energía de cuatro. Las letras, críticas y simpáticas, provocan las risas de un público sorprendido y más generoso en el aplauso que en la dádiva monetaria. La dispersa lluvia de monedas apenas cubre el fondo de la caja de la guitarra depositada al alcance de todas las manos y de todos los bolsillos. Mi pertinaz timidez me imposibilita contribuir porque ni me atrevo a pedir a nadie a que lleve mi euro hasta la funda ni a que me sostenga la bicicleta mientras lo hago yo. Otra vez será.
Sigo la ruta que va hasta el antiguo muelle junto al río, donde se asientan dos filas provisionales de tenderetes intercaladas por un escenario al aire libre. La música latina marca los movimientos de los que enseñan aquellos bailes sensualmente cálidos, atrayendo la mirada de un denso número de espectadores que apenas se atreve a seguir las rítmicas convulsiones.
A pie y con la bici al lado a modo de novia sumisa, recorro la hilera de puestos que ofrecen artesanía autóctona –o globalizada- y comida étnica. Me detengo ante los productos indios (de la India, no de Norteamérica) y pruebo una fritanga de verduras que no puedo terminar y un zumo de mango y yogurt que apuro al máximo. Me resisto a beber la coronita que se me insinúa desde esta embajada mexicana de fortuna. Mi barriga cervecera, aún claramente definida, me recuerda que cualquier bebida con gas me mete un globo entre los hígados.
Vuelvo a recorrer las calles solitarias hasta encontrar otra isla de animación, hoy menos concurrida, en la que ni me bajo de la bicicleta. Sigo por el trazado adoquinado y azaroso del casco antiguo, rodeando plazas llenas de veladores llenos de gente, y, tras un par de intentos, entro en el más antiguo establecimiento progre de esta ciudad provinciana, donde alternan ahora lo pijos con los turistas atraídos por un cuadro flamenco justito de fuerzas.
De vuelta, hago una rápida visita familiar, obligada y deseada, donde creo superar decentemente un casi incidente propio del tema que nos ocupa.
Termino en mi sucedáneo de hogar, y el tecleo de un correo me permite dormir más satisfecho. Ya voy por cuatro, a veces cinco horas seguidas. De seguir así, volveré a las siete u ocho que me regalaba antes de los últimos tiempos, tiempos de paso más doloroso que ilusionante en que se deja de ser una cosa para terminar siendo otra, o para volver a ser uno mismo y recuperar parte de lo que ha perdido, no se sabe bien aún a cambio de qué. Cuando me planteo esta duda, pienso en mis hijos y me quedo muy satisfecho. A merecido la pena y solo por eso hay que perdonar todo lo que haya que perdonar, y ser perdonado también.

Miopía o visión amplia.


Una constante en nuestras vidas debe ser el calibrar la trascendencia de nuestros actos a largo plazo. Dentro de la lógica previsibilidad, el futuro es impredecible en términos exactos, ya sea porque tengamos poca capacidad previsora o porque acontezcan hechos con los que era poco probable contar. Por tanto, es posible verse en situaciones que eran inesperadas pocas fechas antes. Para prevenir o paliar esos momentos difíciles debidos a nuestra falta de inteligencia o a avatares extraordinarios, uno de los recursos de supervivencia física, moral, y social es desarrollar una visión amplia de las cosas.
Cuando se toma una decisión de gran calado, no debe interesar solo el beneficio inmediato, lo que al día de hoy se consigue desde el punto de vista material o tangible, porque estaríamos olvidando otros factores que a la postre pueden tener igual o mayor valor que la primera ganancia. Nosotros podemos obtener una determinada ventaja económica, pero ¿a costa de qué?. ¿Cuanto valen las relaciones humanas alteradas, cuanto el mal clima generado, cuanto la tranquilidad de conciencia perturbada, cuanto el buen nombre menoscabado?
Uno de los elementos a considerar, por ejemplo, son las formas con la que se ejecutan los actos. En ellas está implicado directamente el factor humano, a veces ajeno a la lógica mercantilista. El mismo resultado en lo material puede tener significados absolutamente distintos en función de cómo se haya desarrollado el proceso. Más aún, formas respetuosas con la personalidad de los implicados rentan más que otros recursos coercitivos. En ese sentido, la cercanía en el trato, la consideración, la generosidad, la concesión, la flexibilidad, son aliados de nuestros propios intereses a largo plazo, porque dejaremos detrás a un amigo en vez de a un oponente. Un negocio es malo si para llevarlo a cabo, la otra parte se siente presionada o estafada. Mejor no cerrarlo o hacerlo en otros términos.
En el tema que nos ocupa se da una negociación de bienes materiales, a la cual con frecuencia se le despoja de sus elementos humanos, tanto de fondo, la justicia del reparto, como en la forma, la manera de “convencer” a la otra parte. Las personas que tienen una visión amplia de la vida contemplan todos los factores y cuidan de que el aspecto material no afecte ni a lo personal ni a lo afectivo en un sentido amplio. Son los inteligentes. Los otros pueden obtener un mejor balance inmediato, pero dejan detrás una estela nefasta. Son los listos, los listillos, es decir, los torpes. Es bueno para uno mismo y para todos reflexionar sobre la cuestión. Cualquiera de nosotros puede caer en este error.

martes, 26 de junio de 2007

Conservando el ánimo


La cuestión de tipo práctico más importante en las situación que se está analizando, la separación -la palabra divorcio se evita lo mismo que se sustituye cáncer por neoplasia- , es conservar el ánimo en el mejor estado posible. Digo que es de tipo práctico porque sin esa condición el resto de cuestiones a resolver se convierten en objetivos inalcanzables y su vida se derrumba cual castillo de naipes. Se va a necesitar de una cabeza fría y de una actitud medianamente positiva para afrontarlos. Ha perdido mujer y amante –usted creía que tenía una-, relación diaria con los hijos, casa, vida hogareña, solución de tareas domésticas, amigos -las parejas amigas se distancian-, por lo tanto vida social, la economía se ha resentido, puede que la salud, la tranquilidad y el sueño… y por supuesto su proyecto de futuro. A esto hay que añadir el tormento de una probable actitud agresiva de su ex y las dificultades de llegar a los acuerdos de separación que tuvieran que darse. Desde un punto de vista objetivo, la situación puede verse dramática y si nos dejamos arrastrar por este estado de cosas, podemos entrar en una fenomenal hecatombe personal.
Usted por naturaleza tiene espíritu de supervivencia, el mismo que le permitió alcanzar sus logros personales, laborales y sociales anteriormente. Hay que activarlo ahora para salir del atolladero. Tenga confianza en si mismo porque aunque otros le hayan fallado, usted no se va a defraudar. Su potencial de remontada está intacto, no lo dude.
Potencie dos facetas importantes. Primero su capacidad analítica. Estudie los problemas como si fueran de otro, como si ejerciera de asesor al que un cliente le pide que le diseñe una estrategia para reflotar su empresa. Usted es un profesional que piensa fríamente para su mejor cliente, uno mismo. Adopte las soluciones más eficaces, teniendo en cuenta que nadie maneja más información sobre el tema que la suya. El segundo factor es relativizar su panorama. Por más que la ley de Murphy diga que cuando algo puede ir peor, ocurrirá, su situación, además de muy común, es menos mala que la de quien tiene una enfermedad incurable por ejemplo, y aún este puede sacarle partido a la vida. O sea que no se lamente tanto.
A partir de las premisas anteriores, genere optimismo, el principal motor que le sacará de esto. Si no lo consigue de momento, mentalícese de que dentro de algún tiempo estará mucho mejor, más animado, y negocie un préstamo de moral por anticipado.
Hay cuestiones con las que no se puede luchar frontalmente. Los sentimientos hacia su ex –serán de amor aún, probablemente enturbiado por el recelo- no se pueden modificar de la noche a la mañana y sufrirá sensaciones contradictorias al respecto. No se preocupe por atajarlos, no es posible ni imprescindible. El tiempo hará su trabajo. Trate de que no le bloqueen sus decisiones, ni que le cierren la puerta a otras afectividades: el mundo está lleno de personas dispuestas a amar y deseosas de ser amadas.
Lleve una vida sana, desde todos los puntos de vista: dieta, ejercicio, regularidad en sus hábitos, pero si transgrede sus normas esporádicamente, no se sienta culpable, el carnaval antes de la cuaresma no es malo.
Busque y mantenga una vida social y de amistad. Es un objetivo prioritario, pero si al principio no lo consigue del todo, dese tiempo. Construir una nueva red social no es cosa de un día. Por otro lado, use y abuse de los amigos sin piedad, a ser posible de manera alternante. A veces puede surgir un amigo espontáneo, una persona a la que no se conocía y con la que se sintoniza sobre la marcha. Si intuimos que es de fiar, no tengamos reparo en sincerarnos, entenderá que en momentos sensibles se necesite hablar, y de rebote la experiencia también le servirá a él.
Evite, aunque sea forzado, el resentimiento y el rencor, o al menos trate de que le ataque lo menos posible. Solo le servirá para hacerle más daño. A alguien a quien se ha querido tanto no se le puede odiar de repente. El resto de las personas implicadas creen que obran bien haciendo lo que hacen. Busque una justificación que no le culpabilice a usted, solo faltaría, a cada acción que perciba como dañina.
Por último vaya viéndose con un futuro esperanzador, vaya trazando nuevos proyectos, aunque lo haga sin mucha gana de momento. Cómo casi todo en la vida, una ruptura tiene aspectos positivos. No hay mal que por bien no venga. Encuentre prontito el bien, y a vivir que son dos días.

lunes, 25 de junio de 2007

La colada


Imagínese que con el disgusto pierde el apetito y aprovecha, con ayuda del ejerció y de una dieta equilibrada, modificar su silueta. Todo ventajas memos una, la ropa no le servirá. Si la economía está cortita, cosa fácil en tiempos de separación, tendrá que ir buscando un vestuario nuevo entre las ofertas de los distintos establecimientos del ramo. En los juveniles puede encontrar ofertas dos por uno, bien de precio y regular de calidad, para salir del paso. Resuelto provisionalmente el problema, queda algo tan importante como obviado que es lavarla cuando se usa. Hasta ahora alguien se encargaba de ello, pero eso puede que se haya terminado.
Tranquilidad: la lava usted mismo. Si es un polo o una camisa, no la use más de un día y sumérjala por la noche en el lavamanos o en un barreñito de plástico con detergente disuelto en agua, la cantidad justa para que cubra. En los puntos más críticos, axilas, ponga el detergente directamente. Por la mañana, frote en esos puntos y un poco más por toda la prenda. Tire el agua, eche una limpia, deje que se empape la prenda y estrújela retorciéndola. Repita esto tres veces, cambie el agua y vuelva a hacer lo mismo. Tiéndala colgada de una percha, procurando que quede estirada, en el sitio más soleado y ventilado que encuentre. Con las prendas interiores, gayumbos por mal nombre y calcetines, proceda igual, aunque los puntos críticos son otros.
Conviene no mezclar la ropa de color, la primera, con la blanca, la segunda. Saber que es de color y que es blanca es un misterio que aún no he conseguido resolver, porque no depende de su cualidad cromática sino de la posibilidad de que despinte y eso es algo intuitivo, que solo sabe la genuina ama de casa por pura intuición o por transmisión de madre a hija. Para resolverlo puede buscarse una novia de urgencia o vestir siempre de negro, por dentro y por fuera. Yo que usted, le iría cogiendo el gusto al luto.
Los pantalones aguantan más pero son más difíciles. Yo los mandaría directamente a la lavandería, pero si se atreve, hágalo, sabiendo que es igual pero con más frote y enjuague. Observe bien donde tiene las manchas para aplicar ahí el detergente más concentrado. Cuando se mojan, las manchas no se ven bien.
No se deprima por verse haciendo tareas que le parezcan impropias de su sexo y condición, masculina. Los que hicimos la mili lavábamos nuestros uniformes con ardor guerrero tras la instrucción, mientras hablábamos entre nosotros de cómo estaba la novia del otro y de lo que, supuestamente, íbamos a hacer con la nuestra durante el permiso de fin de semana, sin reconocer que casi siempre lo hacíamos solos. Así que aplique ritmo militar al frotado de las axilas y la entrepierna de la prenda y déjese de complejos.
El planchado tiene un arte especial. Primero.¿tiene planchero? Pues búsquese una planchita de viaje, coja una toalla de baño o una mantita y colóquela doble y bien extendida encima de una mesa. Despliegue la prenda y empiece a planchar. Es mejor que esté ligeramente húmeda, si está seca se acartona y las arrugas no salen bien. En este caso, pulverice algo de agua con un spray o con el pulverizador de la plancha si lo tiene. A planchar se aprende planchando, igual que a capar se aprende capando, como decía un buen compañero mío. Si quiere alguna demostración práctica puede acercarse por la sección de lavandería de los grandes almacenes y observar cómo lo hacen las guapas empleadas. Cuando ella levante la cabeza de la faena, usted la mira a los ojos, pero cuando siga con la tarea, usted a aplíquese a lo suyo, que está ahí para aprender a planchar, no para ligar. Si consigue su teléfono, le puede pedir que venga a su casa a que le de alguna clase particular… de plancha, que de lo demás ya sabe. Pero no se haga ilusiones por que las guapas tienen siempre novio. Pillarlas libres es como encontrar un aparcamiento en el centro el lunes por la mañana. Un tío raro que salga a destiempo, una suerte infinita.
Doble la ropa como vienen de nueva o utilice perchas, obviedad necesaria, pero en cualquier caso mantenga ordenado el armario, o la maleta, con las prendas organizadas por categorías, En verano, quite de en medio las de lana, ¡por favor!.
Para hacer estas tareas se requiere una preparación psicológica especial porque puede sufrir una fuerte ataque de melancolía, a veces literalmente lacrimógena, que le afectará al cerebro hasta el punto de olvidar las numerosísimas veces que su ex le castigó injusta y cruelmente. Recordará solo que sus camisas quedaban tan bien dobladas entonces que parecía hecho con amor. No se confunda. Era solo profesionalidad, y usted puede llegar a hacerlo igual de bien. ¡Animémosnos!.

domingo, 24 de junio de 2007

Alimentándose

Aire, agua y comida son las necesidades más importantes del ser vivo. Luego viene el cobijo, el vestido, la protección y sobre todo ello el amor en todas sus vertientes. El aire, aunque de mala calidad, es gratis por el momento. El agua, si se quiere de calidad, hay que pagarla embotellada. La comida hay que pagarla siempre. La comida además es una cuestión que va a influir directamente en nuestra salud y que podemos regular. Vamos a hablar de la alimentación de un resoltero.
Ante todo, hay que recordar que uno de los graves problemas de nuestra sociedad opulenta es la obesidad. Hay varias causas, pero las principales son, el sedentarismo, que hace que ingiramos más de lo que gastamos, el hedonismo que nos anima a buscar siempre el placer, en este caso con la comida, y la ansiedad, que nos impulsa a comer para relajarnos con la digestión. Al final tenemos un problema de salud que se puede volver muy complejo –hipertensión, diabetes, degeneración articular y un largo etcétera- y un problema de imagen, puesto que esta sociedad te empuja a estar gordo y a la vez te exige estar delgado para tener éxito. ¡Es fuerte, no!
Manos a la obra. Dos cuestiones: cantidad y calidad. ¿Cuanto tenemos que consumir cada día?. Los endocrinos y dietistas nos pueden orientar pero yo sigo el método intuitivo de comer lo que creo y comprobar cómo va el peso. Así me voy regulando y me mantengo bien por ahora. La distribución es importante. Lo primero es un buen desayuno, aunque parezca exagerado, pues lo necesitamos para la actividad de la mañana. Una magnifica receta es una tostada completa –un bollo de pan, hidratos de carbono- con aceite de oliva andaluz (grasas), tomate triturado (fibra y vitaminas naturales) y unas lonchas de carne embutida, por ejemplo pavo, que aportan las proteínas necesarias. Acompañado todo de un baso de leche con cacao, o con café descafeinado, y para terminar un zumo de naranja. Este desayuno es habitual en cualquier cafetería, pero también se puede preparar en casa.
Hacia las doce del medio día, una pequeña pieza de fruta, manzana por ejemplo, para engañar al hambre y que haga trabajar un poco al estómago. Evitar la barritas energéticas y similares.
A la hora del almuerzo, sobre las dos en mi tierra, se debe asegurar una comida casera, eso es importante desde el punto de vista de la nutrición y del equilibrio emocional. Las fórmulas variaran pero lo normal es que uno de los platos contenga mucha fibra (ensaladas, verduras) y pocas calorías y el otro sea normal. Este debería ser a veces de legumbres y otras de proteínas animales, carne o pescado. De los arroces y pastas conviene no abusar. Evitar siempre los de alto contenido en colesterol. Se debe suprimir el pan, ya sea en piezas o en rosquillas, picos o colines, como se consumen en mi tierra. Es bueno tomar una copa, una sola, de buen vino tinto con el plato fuerte, que ayudará en la digestión y aporta elementos saludables, como el tanino y otros.
¿Donde se consigue?. Hay que localizar sitios de menús, normalmente en el entorno de los centros de trabajo. Algunas instituciones tienen comedores para sus empleados o usuarios que no controlan la entrada de otra gente, como algunos hospitales, comedores universitarios, etc. Los restaurantes populares suelen cuidar más la bondad de sus comidas que la apariencia o la sofisticación. Ese peregrinar nos llevará un tiempo hasta encontrar ese sitio donde le conocerán, sabrán sus gustos y le tratarán con más familiaridad, que es lo que se pretende. Mientras lo localiza, invítese frecuentemente a casa de amigos a los que les podrá pedir que le cocinen lo que necesita, incluso puede llevar parte del alimento, como la carne o el pescado. En las fases iniciales de la separación, los amigos ejercitan más su solidaridad. Una vez encontrado el sitio, ya no hará falta abusar, solo de vez en cuando para oler un poquito a hogar. Lógicamente, si tiene ya casa propia podrá cocinar en ella, pero en general es poco práctico. Si es así, prepare comida como para más días, puede pedirle a alguien que lo haga si su mano culinaria no es muy habilidosa, y guárdela en distitos recipientes pequeños que congelará debidamente etiquetados. Si hace varias veces esta operación con distintas recetas, tendrá una cierta variedad de platos listos para el microondas y la mesa. La acompaña de una ensalada o un aliño que se prepara rápido y ya está resuelto el tema. No olvide el postre, preferentemente fruta. Si es muy goloso puede comer un trocito, pequeño, de algún dulce, más no se extralimite. Deber decidir previamente lo que va a comer y poner en la mesa solo eso. Cuide de estar relajado, difícil a veces, y masticar bien y despacio, más complicado aún, pero se puede.
Por la tarde algo ligero, un descafeinado con leche y otra fruta sin pasteles.
No hace falta cenar, porque después vamos a dormir. Por eso nos acostamos con una fruta o un yogurt, o algo similar. Ojo con las salidas por la noche. El alcohol obliga a comer más y nos puede chafar el plan.
En cualquier caso hay que tener en cuenta si queremos perder peso, lo más frecuente, mantenernos, lo más difícil, y la energía que gastamos en nuestra actividad diaria. La báscula electrónica de precisión no irá dando la clave de si tenemos que ser más estrictos o podemos relajarnos.
Anoche salí, invitado a una pequeña fiesta de estilo brasileño, con motivo de la noche de San Juan. Bebí un par de cervezas y una caipiriña, además de probar abundantemente la comida de aquel país. Hoy toca ración doble de gimnasio –natación y sala de aparatos-, porque como se relaje el tema se vuelve a la situación anterior, y no quiero pasar de representar algún año menos a un lustro más. Una mentalidad casi adolescente –algo exagerado- no puede caber dentro de un cuerpo sexagenario.

viernes, 22 de junio de 2007

Lo doméstico

Aunque tengo mis dudas, dicen que hay dos tipos de matrimonios, los que acaban bien y los que duran toda la vida. En el primer caso, mayoritariamente es al españolito varón al que le toca salir de casa, las estadísticas lo confirman, ya sea por lógica, por justicia , por caballerosidad –de quijoterío estamos bien servidos- o por un poco de las tres cosas. Pongamos que sea usted, es decir yo, quien lía el petate, literalmente, y decide pernoctar -y pasar el resto del día también- fuera de casa. Entra en un mundo nuevo y desconocido en el que tiene que solventar un montón de problemitas que en conjunto suponen un problemón. ¿Dónde y como vive usted, desde el punto de vista práctico, fuera de casa?.
Recordemos que la casa es el lugar donde se vive, el refugio, el hogar, el lar, el sitio donde se está acompañado, donde se duerme, se descansa, se relaja, se piensa, se conversa con la familia, se asea y acicala, se prepara y se guarda la ropa, se guardan y cocinan los alimentos, se come acompañado, se ama, se hace el amor, se discute, se reconcilia, se educa a los hijos, se guardan las cosas que traen recuerdos, se rememoran los recuerdos, se sufre la enfermedad, se convalece cuando está recuperandose, se reúnen los amigos, se reciben las visitas, a los familiares, se las atiende, se las agasaja, se les despiden, se arreglan los hijos para salir, se les espera hasta que vuelvan de sus salidas, se fraguan las ilusiones, se planifican los proyectos, se envejece, se llora a los que se fueron… y un sin fin de cosas más. Todo esto lo tiene que resolver ahora en la puta calle –en consonancia con la putada que la vida, para no culpar a nadie en concreto, le ha gastado-, pero como prometimos que no vamos a empezar otra vez con los lloriqueos, vamos a buscar soluciones prácticas.
Lo primero que se le ocurre es alquilar un apartamento, que como es pequeñito no debe constar muy caro. Un ático con terracita estaría bien. Nada más preguntar por el precio, le dan un bofetón virtual casi tan fuerte como el que acabó de recibir hace unas semanas: eso no es una cifra, eso es un insulto. El siguiente paso es una vivienda compartida. Estudiantes, descartado, solteros o separados, los hay, pero a estas alturas tendrá que aprender nuevas normas de convivencia que incluyen una paciencia y tolerancia infinitas en aspectos como limpieza, orden, tranquilidad durante el día, poder dormir por la noche y puntualidad en los pagos. Solución: vivienda compartida donde usted sea el que la alquile el piso y el resto sus realquilados, con permiso del dueño. Significa que podrá poner las normas y hacerlas cumplir, siempre que en una vida anterior fuera policía.
Otra solución es alquilar una habitación con derecho a cocina y baño en una casa de familias que necesiten ingresos extra. Si hay suerte podrá tener derecho a compañía también, pero eso es una lotería. Puede encontrarse de todo: huraños, tacaños, ruidosos, entrometidos, acosadores, depresivos, etc. y en algún caso, buenas personas. Cuestión de probar.
Si la situación le acucia y no ve solución por la vía del compartir vivienda pagando, o vivr de prestado, hágalo gratis como en casa propia. Sí, sí, como lo oye. GRATIS, o con una pequeña inversión. Es muy sencillo. Esté con ojo avizor y localice a alguna mujer ingenua, a ser posible que piense que es lista y autosuficiente, con casa propia y que esté recién separada. Debe ser en ese momento de inestabilidad emocional provocada por la ruptura, en el que se adoptan las decisiones más indecuadas, por que si pasa más tiempo y la pieza retoma la cordura y el sentido común, se le escapa la caza, amigo. No hace falta que sea usted nada especial, la cuestión es que aparezca como graciosillo, atento, halagador, que le de siempre la razón, que ejerza de protector servicial, y si además la lleva y la trae en su coche, tiene el cincuenta por ciento del trabajo hecho. El objetivo es meterse en la vivienda como sea, no se preocupe por que le llamen maromo, cuando esté dentro, a ver quien le echa. Fíjese lo rentable que le habrán salido los quilómetros que ha hecho de taxista. El que ella tenga hijos no importa, que se fastidien, a ver quien aguanta más.
Si no tiene la suerte ni la caradura de adoptar la solución anterior, tendrá que inclinarse por las otras mencionadas o hacerse con algún espacio, auque sea cutre y pequeño, y adecuarlo a sus necesidades, en función de sus gustos y posibilidades. Para ese capítulo hay que pagar a parte, o sea esperar a que lo cuente.
Luego tenemos el resto de problemas domésticos, como la higiene, la ropa, la comida, etc. La solución va a depender totalmente de como resolvmos la cuestión de la vivienda. En próximas entregas aportaremos algunas ideas, creo que buenas.

miércoles, 20 de junio de 2007

En forma


Las barras de los bares de copas deben estar llenas de de divorciados desprevenidos a los que no les dio tiempo esquivar el mazazo. Como eso duele, duele y duele, es humano acudir a la analgesia de alta graduación, entrando en la espiral del beber para olvidad, que es la manera más rápida de hacer permanente el recuerdo. Aunque resulte moralizante y mojigato, hay que decir que es un error, que no interesa degradarse embotando el cerebro y deteriorando este cuerpo serrano que Dios nos dio.
Hay que mantener nuestro organismo en las mejores condiciones que seamos capaces de conseguir de manera natural, tanto en salud, como en imagen, como en fortaleza física. Ante una hecatombe emocional, lo primero debe hacerse es reaccionar con una hiperinyección de voluntad y de determinación ciega de superarse. ¿Qué yo no voy a perder esta barriga cervecera?¿Que no voy a enderezar la espalda humillada? ¿Que no me voy a quitar de encima estos quince quilos de grasa pegada a mi barbilla y a mi cintura? ¿Qué no… de qué? Como decimos en mi tierra. Ventajas, todas, inconvenientes, ninguno.
Vayamos por partes. El hombre tiene un instinto universal que es el de la supervivencia. Un separación inesperada es casi una muerte moral en el sentido de que se acaban de golpe cosas que consideramos vitales en nuestra vida. Tenemos que poner en marcha todos nuestros mecanismos de adaptación para salir de este estado comatoso, de esta UCI con las menores secuelas posibles. ¿Cómo funciona el método?.
La primera sensación es de alarma, de incredulidad y de rabia interior, lo que lleva a los individuos inquietos a una actitud hiperactiva. En vez de pegar puñetazos en el aire, o la pared, deporte no homologado, evitando golpear las esquinas y los cristales que, además de peliculero, te puede seccionar un tendón de la mano, puedes aplicar la energía en doblegar la máquina de los bíceps o la de los pectorales, con igual efecto pero mejor resultado. El apetito se pierde, con lo que más bien hay que cuidar que no falte la ingesta mínima.
La siguiente actitud instintiva es el de tratar de recuperar lo perdido, si interesa y se cree que es aún posible, y uno de los recursos inmediatos es mejorar el atractivo físico, lo que constituye un magnífico aliciente para iniciar el cambio. Pensar que la situación es aún reversible y que merece la pena intentarlo te sostiene cuando aún faltan diez minutos en la bicicleta elíptica o dos horas para la manzana de medio día. Ver como la báscula baja y el fondo físico aumenta parece acercar la entonces ansiada meta de normalizar la situación.
Posteriormente vas teniendo dudas del resultado final y empiezas a sentir cierto resentimiento sazonado de puntazos rabiosos. Eso da energía para apurar las últimas brazadas natatorias en la calle de los lentos y para descartar el chorizo y la morcilla del potaje de garbanzos del menú. Cada vez estamos más desilusionados en lo moral pero más guapos en lo físico, y eso compensa, oiga.
Poco a poco ya se va aceptando el hecho consumado, cuesta más de lo que debiera, y uno se tiene que planear una nueva vida social de la que al menos salgan una buenos ratos de grata compañía. Es ahora más preciso que nunca reforzar la capacidad de comunicación, que empieza inevitablemente por nuestra fachada, la cual dice mucho de quienes somos o pretendemos ser. Ahí tenemos otro acicate para seguir con la lucha contra el declive corporal, que aumenta nuestra estima y nuestras posibilidades de hallar lo que buscamos.
Un fenómeno añadido muy interesante es que se puede establecer un paralelismo entre la mejora del rendimiento deportivo y de la imagen corporal con la superación del choque emocional y la readaptación a las nuevas circunstancias. Es como si la llegada a la pequeña meta de cada día se acompañara de una leve mejoría del estado de animo o algo de más autocontrol sobre nuestros sentimientos. Se avanza a la par en los dos caminos.
Quede claro que estamos hablando en todo momento de vida sana, emocional y orgánicamente. Todo lo contrario a los cambios de imagen forzados, a costa de la propia salud. Por ello la dieta equilibrada y ajustada a nuestras necesidades calóricas se ha de acompañar de un ejercicio proporcional a las condiciones físicas iniciales de cada uno. Andar y nadar son los reyes del mambo en este campo.
Tampoco hay que ser muy pretencioso ni obsesivo. Es verdad que para mantener los logros alcanzados hay que tener un control estricto –una buena báscula electrónica es imprescindible- pero no podemos centrarnos solo en el aspecto corporal de nosotros mismos, porque podemos caer en esa vacuidad tan generalizada entre los aparatos de gimnasia. No sea que tanto músculo no deje sitio ni a la inteligencia ni a los sentimientos. Y eso tampoco es. No funciona, no sirve. Preferible seboso que hueco, pero mejor aun es sustituir la grasa sobrante por cerebro y corazón.

lunes, 18 de junio de 2007

Tarde de domingo


La tarde del último día de la semana se vive con la desazón propia del viaje que llega a su fin o del gasto de los últimos recursos económicos. Creo que era en Milán donde observamos que en lunes los comercios, quizás el resto de las actividades también, no abrían hasta las doce del medio día para que la gente pudiera disfrutar del domingo sin tener la angustia de empezar al día siguiente muy temprano.
Ayer domingo, una persona allegada me sugirió ir al cine junto a una amiga y luego dar una vueltecita. ¿Por qué no? Me dije, aunque presuponía que no coincidirían con mi perfil. Quedamos en la zona de la gente alternativa de la ciudad, un área recién remodelada, muy amplia, donde un grupo de músicos adolescentes afinaba sus instrumentos –guitarras, trombón, batería- para un concierto callejero del no se sabía aún su estilo.
El primer contacto con una persona no conocida cuando se hace a tres, tiene la ventaja de que inicialmente se toma al tercero como centro de la conversación, lo que facilita la fluidez del diálogo y permite ir observando y tomando el pulso. De entrada, no tenía un interés especial por aquella mujer, pero detrás de cada individuo hay una historia, y tuve la impresión de que en este caso, por las maneras delicadas, el tono contenido y el nivel intelectual que denotaba, se ocultaba alguien sensible con un pasado lleno de contrastes interesantes. Me comentó que me conocía de referencias, con lo que supuse un cierto interés mutuo, solo desde el punto de vista humano desde luego, sin más pretensiones.
La gente revela en parte su personalidad cuando opina o adopta cualquier postura. Es la otra cara del cine o el teatro, en que tienes que construir un carácter a partir de los diálogos entre personajes. Ir definiendo la imagen de alguien nuevo para ti es un ejercicio tan natural e inevitable como sustancioso si se toma consciencia de ello. Es como si poco a poco fueran apareciendo huecos ante un banco de niebla densa. Cada frase, cada actitud, añade unos trazos a su retrato.
Para todo esto, hace falta tener a punto cierta capacidad de relación, en algunos totalmente espontánea pero en otros menos desarrollada, debido a la timidez, a la tendencia a la introversión o a la falta de hábito de conocer gente nueva, carencia más frecuente de lo que pareciera. Yo me sitúo entre los tímidos, introvertidos y extrovertidos alternativamente, y que no ha cultivado suficientmente esas habilidades. Me desenvuelvo mejor con los que comparto intereses como en este caso, la actividad docente.
Noto en la contertulia cierta tensión que atribuyo a que también fuerza la interrelación, algo normal en estos casos, y que me permite pensar que no soy el único que no está totalmente relajado. La película –Memorias de Queens- distinta, urbana, descarnada, quizás no perteneciera al tipo de cine que les hubiera gustado ver, lo que me incomodó un poco a pesar de que me pareciera buena. Apenas la comentamos a la salida. Después, un largo y lento paseo por el centro de la ciudad sirve de marco para el conocimiento paulatino. Te vas enterando de su vida diaria, su trabajo, el ambiente laboral, las últimas experiencias difíciles en este ámbito, todo ello usando a la tercera paseante como espejo. Llega un momento en que la conversación adquiere carácter de confidencia, con cuestiones más “personales”, como las causas de su fracaso matrimonial y los malos momentos del periodo final, un tema que aflora enseguida entre los que andamos en estos trances. Progresivamente, la imagen se va perfilando con más nitidez, permitiendo tener una idea consistente –aunque absolutamente provisional- a cerca de su personalidad. Todo ello facilita la sintonía que va generando un sentimiento de simpatía mutua.
Esta tarde tranquila de domingo me ha permitido ser más conciente de la tendencia –y la necesidad- que tenemos de compartir experiencias vitales con personas afines aunque no las conociéramos hasta entonces. Puede ser gente sencilla dentro de su complejidad, su formación y su cultura, de la que en principio no esperarías nada si no lo buscas. Ha merecido la pena, porque este periodo es como una nueva adolescencia, donde se ha de partir de cero en muchas cuestiones, y una fundamental, no nos cansamos de repetirlo, es crearnos un círculo de amigos renovado. Gente no sujeta a los compromisos de una pareja, con libertad de movimiento y demandas parecidas. Son los impares, club al que he accedido sin haberlo solicitado. Y eso que, parafraseando a Groucho, nunca entraría en clubes a los que admitieran a tipos como yo. Es verdad, porque hace tres meses solo pertenecía a la republica independiente de mi casa, justo hasta el día del golpe de estado. ¡Ahora estoy tratando de buscar un exilio dorado!

sábado, 16 de junio de 2007

Amor y sexo


Cada persona tiene un bagaje de vivencias distintas. No todo el mundo ha conocido de todo ni mucho menos, ni tiene que ser así, solo faltaría. De hecho, parece que la sensación de algunas personas adultas de que no han tenido las experiencias por las que supuestamente tendrían que haber pasado, les pueden hacer buscarlas de manera forzada y quizás a destiempo. Yo confieso que entre las muchas que no he conocido está la del sexo sin vínculo afectivo, ni falta que me ha hecho hasta ahora. Que recuerde, mis no excesivas relaciones de índole sexual antes del matrimonio lo fueron con chicas por las que creía sentir una atracción afectiva: enamoramiento, amor, cariño o lo que fuera. No fueron muchas entre otras razones porque en aquellos tiempos no se entendía esto como ahora parece ser. Después, fue prácticamente en exclusiva con mi mujer, y siempre me sentí satisfecho, aún después de tanto tiempo. Tampoco tengo que avergonzarme por esa fidelidad, digo yo, así hay con seguridad muchísima gente.
Bueno, pues una de las cosas de que se preocupan tus amigos –varones- es el de cómo dar rienda suelta a tus pulsiones naturales, como si las hormonas a los casi cincuenta fueran las de los dieciocho. En seguida se buscan soluciones de compromiso que básicamente son dos: las profesionales y las promiscuas vocacionales. La primera, no se, lo veo como un fracaso a la capacidad de establecer relaciones sin incentivos crematísticos por medio. Algunos lo toman como terapia antiestrés, buena forma de justificarlo, pero serán los altos ejecutivos que pagan con la Visa Oro de la empresa. La segunda se entiende mejor, en tanto que la relación es igualitaria y la decisión compartida, se supone. Ambos van a lo mismo y con los mismos intereses. Así que las relaciones esporádicas sin apenas preámbulo previo, con personas a las que apenas se conocían antes, están a la orden del día. Pero yo no me adapto. Más aún, cuanto más me entero de lo general que es esta tendencia más me escandalizo, y se que con ello estoy quedando en ridículo para gran parte del personal, que pensará que me he “caído de un guindo”, como dicen en mi pueblo al que desconoce la realidad de la vida. Todo el mundo te dice: ahora las mujeres están peor que los hombres, antes eran ellos los que tomaban siempre la iniciativa pero ahora cualquiera lo hace. Pues tengo un problema.

Lo primero es que, aún hoy, no concibo una relación sexual si no es como clímax de un fuerte sentimiento afectivo hacia una mujer. Simple y antiguado, pero tan es así que pienso que lo contrario resultaría al final muy insatisfactorio. ¡Ojo, no pertenezco a cierta orden religiosa integrista muy extendida en nuestro país!
Lo segundo es que tengo muy arraigado el sentimiento de fidelidad y de exclusividad en esta cuestión, y el saber que mi posible compañera se prodiga fácilmente me perturba en extremo. Me imagino que esa tendencia, que enlaza con la idea de pertenencia mutua, que hoy es políticamente incorrecta, debería de ser superada porque cada persona, en el uso de su libertad, puede establecer los enlaces que desee. Pues yo estoy ahora por usar mi libertad para rechazar el ayuntamiento carnal (vieja expresión decimonónica, ya que vamos de eso) con personas que hayan usado la suya para lo que estamos comentando. Puede que me haga falta un curso intensivo, urgente y acelerado de actualización en las relaciones afectivas a principios del XXI. Pero también es posible que otra mucha gente todavía piense como yo y me pueda ahorrar el aprendizaje, que para eso prefiero estudiar inglés, que fui de francés y tampoco aprendí este idioma.
Así que soluciones. Al problema hormonal, tranquilidad y tratamiento clásico y natural. A las relaciones con la gente del sexo opuesto, ratitos simpáticos, ambiente agradable, actitud galante -todavía quedan caballeros, aunque aún nos quede mucho de patanes- tono cordial y sincero y reírse un poco de todo sin ofender, todo lo contrario, a la compañía. Que cuando se despida a la dama –hoy mujer libre y autónoma- en la puerta de su bloque de apartamentos, ambos nos quedemos con un regusto a buen rollo, que no a “rollito”, y con ganas de volver a quedar. Tiempo habrá de subir la escalera, cuando no solo lo pida la testosterona sino el corazón, o las entrañas, que no está claro donde se ubica el cariño. Y eso es lo que hay.

jueves, 14 de junio de 2007

Nueva pareja.


Cualquier proceso es un discurrir continuo donde el que piensa en él marca unas etapas para entenderlo mejor. Unas veces esos límites se fijan en hechos más o menos tangibles y otras se definen arbitrariamente en un punto intermedio de un periodo que se reconoce con características propias. Si durante un tiempo aparece un elemento significativo nuevo y poco después desaparece otro, se podría determinar que entre ambos sucesos se sitúa el fin de una etapa y el comienzo de otra. Esta breve disquisición epistemológica me sirve para tratar de determinar si realmente yo estoy pasando alguna página, aunque sea fina como la de las biblias, o no. En realidad da casi igual, porque lo importante es el camino y no los hitos que lo jalonan, pero gusta tener alguna referencia. Creo que estoy atravesando una zona de cambio en esta progresión, que podría denominar como de apertura social y que se define por una mayor interrelación con las personas de mi entorno.
En lo íntimo no voy a entrar, como he prometido en el inicio de este blog, pero baste decir que los cambios en los sentimientos después de convivencias que ocupan más de la mitad de la vida son complejos y lentos.
En la vida social que empieza a desarrollarse está inevitablemente presente el de el establecimiento de una nueva pareja, por más que el protagonista tenga claro que va tomarse un tiempo de soltería para separar con un amplio margen la relación anterior de otra posible, que no tiene claro que se vaya a dar.

Una constante en el círculo de cada separado es la preocupación porque este “rehaga en cuanto pueda su vida”. Parece como si esta se hubiera desecho con la ruptura porque la pareja fuera el único motivo de vivir. En la vida de una persona hay distintos centros de interés que están interrelacionados aunque tienen cada uno entidad propia. Uno son los hijos, si es el caso, y otros son los amigos, el mundo laboral, las aficiones, las creencias y entre ellos destaca la pareja. Tiene una especial relevancia porque implica sentimientos muy profundos asentados en la cotidianeidad, pero en cualquier caso no es el único elemento de nuestra vida, por lo tanto, su perdida podrá afectar a los otros, mas no los deshará, la vida no se termina por la ruptura.
La vida en pareja, por más tradicional que sea, no es la única posible. Muchos, por diversas razones, viven en unidades familiares unipersonales y eso no es sinónimo de soledad. Construyen su círculo social con amigos, familiares, compañeros, y su faceta afectiva la pueden completar con relaciones sentimentales esporádicas. En unos casos se busca encontrar compañero o compañera y en otros no. En nuestra sociedad cada vez son más frecuentes estos casos donde no se considera que tenga “desecha la vida”.
Pero pongamos que una persona ha terminado una relación y no se siente bien sin compartir su existencia con otro/a. ¿Como proceder con probabilidades de éxito?
Primero, es fundamental, hay que reponerse, limpiarse de la relación anterior. Es necesario tomar conciencia del hecho, aceptarlo, desvincularse afectivamente en grado suficiente y madurar si realmente es el momento de platearse otro intento. En las primeras etapas, el sujeto es muy vulnerable a relaciones prematuras que a la postre resultaran insatisfactorias al no cumplir sus expectativas. En esa fase, en la que considero que estoy, hay que conocer el ambiente, tener una vida social si no intensa, al menos importante, con gente de diferentes círculos afines. Por un lado, la relación con los demás airea el espíritu, por otro se desarrolla una sana afectividad, más o menos profundas, pero reconfortante, y además se contacta con diferentes personas que poco a poco te hacen ver que el centro de tu vida no tiene por que ser aquella con la cual la relación se ha terminado. Ese desenganche es imprescindible.
Otra cuestión clave es que, cuando se plantee el inicio de otra relación, la persona elegida (y resalto lo de elegida, aunque ambos se elijan mutuamente) tenga un perfil adecuado, equivalente y complementario a la vez. El enamoramiento ciego es un craso error en el que nunca debe caer quien ya haya tropezado en esa gigantesca piedra: somos adultos. Antes de sacar el corazón a pasear, hay que analizar calculadoramente las características fundamentales de la persona con la que podría convivir, con esto no digo nada nuevo, pero vamos a comentarlo.
- Primero, aunque parezca frívolo, el aspecto físico ha de ser de la tipología que coincide con nuestros gustos (la otra parte se planteará lo mismo, como en todos los casos que vamos a tratar) dentro de unos amplios márgenes.
- La edad, relacionada aunque no siempre con la madurez emocional, interesa que sea cercana a la nuestra, por muchos motivos, entre otros porque una gran diferencia puede plantear problemas posteriores, cuando uno de ellos pase por etapas biológicas que el otro todavía tardará tiempo en llegar.
- Los condicionantes económico-laborales, por más que nos pese, también tienen que ser considerados: trabajo, hijos anteriores, compromisos económicos previos, etc… estatus, en definitiva.
- Debe existir un lenguaje común, dado por su bagaje cultural, incluyendo el académico. Es necesario encontrar capacidad de comprensión y eso empieza por entender lo que se dice, con que sentido, y como discurre la lógica argumental de cada uno.
- Es fundamental el carácter que permita convivir con una persona “tratable”, apacible dentro de unos amplios márgenes. En todo caso hay que evitar a alguien demasiado irritable. Detectar esto a tiempo puede ahorrar muchos disgustos, en el sentido literal de la palabra.
- Se necesita apreciar un grado de sinceridad suficiente para que genere confianza. La desconfianza impide cualquier relación sana. Cuanta más experiencia se tiene, más desconfiado se vuelve el individuo, es casi ley natural.
- Es imprescindible tener cierta afinidad por gustos y aficiones, aunque no es malo que haya cierta variedad. Puede ser complementario. Lo que no puede ocurrir es que si a un le gusta mucho algo, el otro lo deteste.

Después de esto, ya se puede confiar en que aparezca el amor, sentimiento que está mucho más dirigido racionalmente de lo que parece. En la mayor parte de las sociedades de la historia de la humanidad los emparejamientos se han hecho con intervención de terceras personas y los protagonistas han terminado amándose, o no, en el mismo o mayor grado que en la sociedad del mito del romanticismo.
En cualquier caso, hay que insistir en el momento, es necesario machacar esa idea, porque aquí, más que en ningún otro campo, las prisas son malas consejeras, y el estado emocional tan particular que se vive puede hacernos creer que la mancha de una mora, con otra mora se quita, es decir, que una relación borra los sentimientos heredados de otra relación. No solo no los borra sino que los complica hasta hacer inviable la nueva. Y tras el siguiente fracaso, otro, otro y otro. La pequeña historia de nuestro entorno está lleno de casos así. Es muy triste para la persona que lo sufre y para los que la quieren.

domingo, 10 de junio de 2007

El encuentro



Una acontecimiento interesante de la vida es celebrar las bodas de plata… de los compañeros de promoción. Las de casado no las voy a festejar por meses, que pena. Ayer estábamos convocados a un almuerzo en un famoso hotel de la cuidad, por el “abuelo” de la clase para conmemorar dicho evento. De los cincuenta colegas, acudimos treinta y seis más algunos consortes. A la mayoría no los veía desde que terminamos los estudios, es decir, hace veinticinco años. Los dejé con veintiuno a los más jóvenes y ahora viene con cuarenta y seis como mínimo. Es una sensación increíble ver como a cada uno le afecta el paso del tiempo y de la vida. Los había totalmente reconocibles, parece que es mi caso a pasar de la traición capilar, y otros que se tenían que identificar pues, entre que no eran compañeros más allegados y que los avatares les habían marcado, quedaba menos rastro de su imagen veinteañera. También es verdad que era de la primera titulación que cursé –después vienen otras dos y estoy en la cuarta- y no me acordaba de todo el mundo aunque los viera ahora con veinte añitos.
Encontré a la gente madura, segura, con las cosas claritas, satisfecha en general de si misma y bien. Me sorprendió la gran similitud de la trayectoria de la mayoría de ellos. Trabajo estable, puestos cómodos dentro de lo que ofrece el panorama laboral, economía resuelta, casados, dos o tres hijos, alguna divorciada y vuelta a casar, dos solteras… todo muy previsible.
También sorprende la rápida sintonía que se estableció entre personas que no se veían desde hacía tanto tiempo. En vez de parecer extraños, se estableció un dialogo fluido y sincero que concordaba más con el espíritu juvenil de antaño que con el carácter bragado y retorcido de los cuarenta y tantos. Parecía que nos trasladábamos por unas horas a los frescos, blancos y limpísimos pabellones del hospital de la Cruz Roja, en los que siempre se veía el hábito blanco de alguna hermana de la cariad al fondo de sus largos pasillos. Esa sensación ya la he vivido en encuentros de grupos de amigos de la adolescencia. Estas citas, amén de dejar un grato regusto, sirven para reflexionar sobre el propio transcurso de nuestra vida ya que inevitablemente estableces comparaciones, que aunque no tengan sentido en si mismas, si sirven para dar cierto sentido a la tuya. Aparte, algunos “no comprometidos” quedamos en seguir el contacto , lo cual es prometedor en el terreno de las relaciones sociales. Luego veremos si se lleva a cabo o no.
En estos encuentros con amigos/as con otras potencialidades, se debe aclarar en cuanto sea posible que no se está buscando una pareja a la desesperada -si no es el caso y si lo es mejor seguir esta pauta también- y sobre todo no ir de victima recién herida. Hay mucha reticencia por parte de personas experimentadas que no tienen pareja a, sin haber una amistad previa y mantenida, iniciar una relación más confidencial con alguien recién separado, y tiene su lógica: va a pensar que el doliente está en una situación emocional delicada y puede tener la tentación de querer consolarse pretendiendo un compromiso afectivo más allá de la simple amistad. Y en esas circunstancias la historia suele estar abocada al fracaso. Así que, en caso de que nos atraiga una persona – lo cual no significa que se tengan intenciones más trascendentales, si no que apetece su compañía y su conversación- y queremos hacer un acercamiento con más probabilidades, no vayamos de tristes y de heridos porque la pondremos en guardia, con razón. Ya lo he notado en varias ocasiones.
En cualquier caso, escuchar la peripecias de la vida de cada uno, con sus matices y sus similitudes, me ha sido interesante porque, aunque no se escarmienta en cabeza ajena, si se van viendo pistas de lo que nos puede ocurrir. Yo pretendo con este espacio algo de eso. Si alguien cree que debe la continuidad de su relación matrimonial a lo aprendido en este blog, me alegro, pero al menos que me invite a cenar. Es lo justo.

sábado, 9 de junio de 2007

Entrando en contacto

En el “temario” que enunciamos en la primera entrada de este blog hay una cuestión que es prioritaria y repetida: el establecimiento de un nuevo círculo social. Aunque pueda parecer un asunto menor porque se supone que antes habría que resolver el tema doméstico, el económico y el legal, por poner tres ejemplos, no lo es porque está muy relacionado con la estabilidad emocional y de esta dependen todos los demás. Si alguien se siente angustiado o deprimido –con frecuencia ambas cosas a la vez, aunque afortunadamente yo no me encuentre ya en estos estados, al menos en grado muy importante- difícilmente se van a afrontar bien los otros problemas. Como diría Yack el destripador, vayamos por partes.
- Cuando se tiene una vida doméstica convencional estable –aparentemente, no os fiéis- la vida social se restringe, se hace menos necesaria, y suele girar entre gente afín, es decir, otras parejas de parecidas características. Las salidas o se hacen solos o con los matrimonios amigos, y en este caso no todos los días, si no a lo más una vez por semana. También se sale con los matrimonios familiares, cuñados, concuñadas, hermanos, suegros etc. Lógicamente, todo esto se va al garete, porque ya “no pega”. Los matrimonios amigos aceptarán a un desparejado ocasionalmente y además, ¿A cual de los dos? Yo he tenido mucha suerte en eso. Los familiares viven en parte la tensión de la situación y eso afecta necesariamente a las relaciones, sobre todo con la familia de tu ex, que aunque te sigan apreciando porque objetivamente no tengan motivos para lo contrario, se verían en un aprieto si te acogen. Hablamos de contactos continuados. Si son visitas esporádicas no hay problema, más cuando se da un momento de “desesperación”. Lo que hace falta es otra cosa.
- Al entrar inevitablemente en otra etapa, se necesita conocer gente nueva, o conocida pero en una faceta diferente de sus vidas, y más a las de sexo opuesto, no porque se busque emparejarse ya si no por suplir un poco la relación coloquial que mantenías con tu ex. Establecer estos nexos tienen dos dificultades: donde y cómo. Primero hay que localizar el lugar donde hacerlo. Si son gente previamente conocida -compañeros de trabajo, antiguos compañeros de estudio o de trabajos anteriores- la forma es fácil: directamente, teléfono, e-mail, etc. No en todos los casos se encuentran “impares” en nuestro entorno, por más que las separaciones sean numerosas. Comprueben cuantas de estas personas conocen en su ambiente que reúnan mínimamente un perfil compatible con el de ustedes. Si no es el caso, hay que localizarla. ¿Dónde?: asociaciones de separados, grupos de senderismo, cursos de baile de salón, yoga, o cualquier actividad afín, gimnasios -más que en las actividades corrientes, en las específicas- fiestas de amigos, viajes programados, y las disco, a las que yo de momento me niego, pero no se más adelante. Una opción válida es comentar tu pretensión con gente conocida para que ellos te presenten a potenciales amigos. La otra fórmula es por Internet, en los Chat, a los que renuncio también por ahora. Lo mejor es ser muy claro desde el primer momento en el sentido de que no se busca desesperadamente una pareja, sino solo amistad, y ya se verá.
La otra cuestión es el cómo. Los muy extrovertidos y desinhibidos no tienen dificultad en iniciar una conversación, pero los más tímidos y retraídos lo tienen más crudo. Creo que hay dos claves: una, ser como se es, no tratar de representar otro papel diferente; otra, practicar las habilidades sociales en cuanto se tenga ocasión, y con todo tipo de gente, esforzarse en hablar con todo el mundo, porque el arte de conocer y darse a conocer tiene mucho de oficio, como todo. No tener miedo al fracaso. Si te cortas en una ocasión, no te preocupes, a la siguiente saldrá mejor, también es cuestión de elegir el locutor potencial. Dicen que hay que ser ingenioso, simpático, etc. Yo creo que todos despertamos cierto interés en los demás, y en algunos mucho interés, por lo tanto no hay que ser un chistoso, simplemente ir de buen humor y tratar de disfrutar del rato.

De todas formas, la mayoría de la gente dedica poco tiempo al encuentro social. Son muchos los que solo salen una vez por semana, sobre todo a partir de los cuarenta. Eso choca a los recién llegados a esta “resoltería”, que, como alternativa a pudrirse de asco en un rincón, optan por airearse todo lo posible. La solución es mantener abiertos todos los canales y tener calma y paciencia. Cuando uno se mueve, termina encontrando a quien busca, que el mundo es un pañuelo. Mientras tanto, a darle la brasa a los amigos –para eso sirven- “encalomarse” a cenar con esa pareja de conocidos a la que –si no abusas- le haces la velada entretenida y novedosa, y no agobiarse por pasar algunas tardes-noche solo, yendo al cine, leyendo un buen libro, o escribiendo un blog. Es decir a disfrutar también de esos momentos. Hay que recordar que cada uno es el centro de su vida.