domingo, 29 de julio de 2007

Descubriendo lo sencillo


Estos cambios bruscos e inesperados te sacuden todas tus filosofías. Entre otros efectos, te hacen valorar cosas a las que antes no dabas importancia. Algo tan sencillo como estar en la playa, yo lo entendía como aburrido, incómodo, caluroso, lleno de arena y lejos de la bebida fresca. Acabo de llegar de la costa en plan dominguero y ha vuelto a ser una experiencia magnifica: relajo bajo la sombrilla, un poquito de sol, tres baños con algo de natación, un largo paseo, ver gente con todo tipo de cuerpos y sobre todo mucha charla, lo mejor. Incluso el grupo de amigos era de lo más variopinto: un intelectual, una ejecutiva y un funcionario de pueblo, más llano que una plana y yo mismo, que no se como clasificarme. Pues todos teníamos nuestro puntito, por supuesto el funcionario también, al que he escuchado cuando ha dicho sus verdades y con el que nos hemos reído cuando ha lanzado sus ocurrencias. Es otra cosa que estoy aprendiendo, no descartar a priori a nadie por pensar que no es digno de interés. Hasta ahora era, consciente o no, demasiado selectivo y reconozco que ha sido un gran error. Casi todo el mundo guarda en su interior cosas magnificas que pueden enriquecer a los demás.¡Que duro y caro resulta a veces aprender!
A la vez, estoy aprendiendo a valorarme en mi justa medida. Resulta que todo el mundo me sobrevaloraba y yo andaba con un complejo de inferioridad, ¡manda huevos!. Lo más difícil es superar el complejo de culpa que desde fuere me quieren inculcar por el fracaso matrimonial. Ha sido tan fuerte que desde el principio me he autoresponsabilizado de sus causas. Pero ya lo veo más claro. Ahora me toca reconocer mis errores y tratar de corregirlos en lo que pueda para esta ocasión y sobre todo para las que pudieran venir, pero desde luego no acepto ni un ápice más de la responsabilidad que me toca. Que cada uno analice si quiere y puede su trayectoria y si no puede que pida ayuda especializada, porque es la única forma de afrontar de verdad su vida. Es muy fácil proyectar las frustraciones y los demonios internos sobre los demás y pretender quedar indemne. Sobre todo es muy falso: ayer los culpables eran aquellos de la infancia, hoy el culpable es este de toda la vida y mañana será el otro y el de la moto, siempre los malos estarán fuera y nunca nos miramos dentro de nosotros. Así no se resuelve el problema y seguiremos haciéndonos daño a nosotros mismos y a la gente que nos rodea y nos quiere. Después de toda una vida de relación, es lo que más claro he sacado. Yo, por mi parte, tengo previsto iniciar mi propio trabajo personal, con ayuda, después del verano, porque de esta necesidad no se libra casi nadie.
Ahora hay que ponerse las pilas, porque el trabajo lleva amontonado mucho tiempo y nadie lo va a hacer por mí, eso está claro, aunque el interés no es solo mío. La depresión no resuelve los asuntos pendientes que pone en peligro el tinglado que nos da de comer. Así que toca tratar de dormir, lo más difícil, que mañana espera bastante curro. ¡A ver si "los fantasmas" se quedan tranquilos esta noche, que para ellos también debería ser fiesta, coño!.

miércoles, 25 de julio de 2007

No me resigno

No acabo de sustraerme al veneno del teclado. A fin de cuentas es un modo de proyectar, por lo tanto de descargarte, del cúmulo de sensaciones y sentimientos que te desborda, y una manera de poner en claro, al menos en principio, el torbellino de pensamientos que te bulle. No tengo empacho pues en desdecirme de lo que dije ayer y seguir escribiendo cuando me apetezca o lo necesite con la misma libertad que los escasísimos lectores tienen de dejar de leer este espacio cuando no les interese. Y quede claro que les tengo a todos un gran respeto e incluso afecto, en diferente grado eso sí, pero en ningún caso desprecio. Al hilo de esto, hay que recordar que con frecuencia coinciden sentimientos encontrados. Se puede estar dolido con una persona, pero tener un fondo de aprecio y respeto hacia la misma. Incluso a veces se le atribuye una justificación, real o ficticia, para superar el resentimiento que produce una actitud contraria. Generalmente te tachan de tonto, pero yo creo que no es así porque el destrozo que produce la mala leche es mucho peor que lo que se pierde con ese autoengaño. Además, cuando se está dolido y se actúa en consonancia, se suele entrar en una escalada de agresiones -el efecto de acción-reacción- que termina haciendo mucho daño a todos. Cuando dos se dan de hostias, no gana el que da más. Pierden los dos y muchas veces se escapan algunas para los de alrededor, en este caso muchas.
El proceso de separación está yendo peor de lo necesario. Todo el mundo te dice que es lo habitual y que pasado un tiempo se normalizará, pero yo no me resigno a que sea tan doloroso. Analizando mis posibles responsabilidades en este estado de cosas, las de la otra parte ya lo hará ella si lo estima oportuno, creo que el principal problema es que he permitido que una acto en principio positivo como el comunicar a la gente cercana por medio de un texto los sentimientos y experiencias que surgen de esta vivencia, y que para mí ha constituido un recurso esencial para batirme contra la depresión, sea interpretado, a veces con motivos, como un elemento de agresión y de manipulación. Cuando las partes están con la sensibilidad a flor de piel, preocupadas por el día después en lo económico y con sus propios conflictos derivados de la percepción de las consecuencias de sus decisiones, era de esperar que estos textos no fueran indiferentes. Es evidente que he pecado de ingenuo, una constante en mi vida, y puede que en el fondo fuera en parte consciente de las reacciones que iba a provocar y no lo haya evitado pudiendo hacerlo, o lo haya hecho tarde.
Otro gran fallo, más difícil de impedir, ha sido permitir que los hijos se conviertan en un campo de batalla. Explicar la posición propia a los hijos adultos y no ser manipulador, en el sentido de no influir, es muy complicado. Otra cosa es mentir, que eso es intolerable y además se suele volver en contra de quien lo hace. Cuando ese “explicar la posición propia” va cargado de sentimientos, es más difícil aún evitar la influencia. En este apartado no estoy muy orgulloso de cómo he llevado el asunto, aunque si he tratado de no faltar a la verdad.
Por lo demás, no tengo una especial apetencia material, a la vista está, pero sí me preocupa el sustento de todos, el de mis hijos, el mío propio e incluso el de la otra parte, por más que esta no parezca entenderlo así. Es verdad que se da una gran recelo mutuo en esta cuestión. Estoy convencido de que en gran medida es por influencia de terceros, no en mi caso, y el problema es que cuanto más miedos se ponen encima de la mesa más dificultades se generan y lo que era una cuestión sencilla, se hace complicada por tanto querer asegurarla. Y cuanto más complicado, más inseguro.
No todos son fallos. Creo que estoy siendo escrupuloso con el respeto de la vida privada de la otra parte –en otros procesos se dan muchos casos de intromisión grave- a pesar de lo rápido que transcurren los acontecimientos, y trato de que no haya dificultades económicas, al menos no más que las mías.
Somos humanos, por lo tanto con el derecho de equivocarnos y de pedir perdón una y otra vez. Yo hasta el quinto intento serio no he dejado de ser obeso, espero que este sea el definitivo, pero si volviera a recaer, lo volvería a intentar. En esto solo cabe la reflexión, el reconocimiento y la rectificación, con la esperanza de que la otra parte haga lo propio en lo que le toque. A ambos nos interesa.
Personalmente ando a hostias contra la depresión, y hay días en que creo que voy ganando. Ayer fue uno de ellos porque decidí combatir el abatimiento con actividad, y no paré en todo el día. Hoy trataré de hacer lo mismo. Entre añoranzas y melancolías, intentaré resolver algunos de los muchos problemas que nos acucian.

martes, 24 de julio de 2007

Cerrando el blog

Llevo más de una semana sin escribir y no encuentro el momento. Creo que toca ya cerrar este capítulo porque algunas cosas se van agotando: ahora ya no siento tanto la necesidad de expresarme de manera anónima, ni entiendo que mis reflexiones sean de interés. Mi estado de ánimo debe ser el propio de una persona en mi situación. Me encuentro bajo de energía, lento de reflejos y con poca iniciativa, incluso algo indiferente ante lo que pase. Duermo poco. No obstante, trato de cumplir con mis tareas básicas, aunque con pocas ganas. He perdido en parte la ansiedad del principio, quizás porque a estas alturas doy por perdido lo que más me interesaba. Hoy ha sido un día duro y amargo.
Más adelante quizás intente hacer una recapitulación de este proceso o al menos trataré de llegar a algunas conclusiones. Como adelanto, puedo decir que me ha sorprendido ver como aflora lo peor de la condición humana, sin entrar en detalles. A mi edad se supone que no debería extrañarme, no es la primera vez, pero en esta ocasión me ha dolido especialmente.
También me ha resultado muy llamativa la falta de capacidad para ver más allá de lo aparente. Parece increíble la poca intuición psicológica de personas que por su madurez se les supone más inteligentes. Otro hecho que no olvidaré es la facilidad para meter la pata cuando se está bajo presión. He cometido muchos errores en los últimos meses y ya es tarde para corregir, pero al menos procuraré no reincidir si surge otra ocasión. Por último, tampoco voy a olvidar cómo "lo bueno es enemigo de los mejor”, cómo teniendo una posición buena ante una situación, el ansia por mejorarla puede hacer que al final quede peor. Lo he vivido antes cuando intentaba mantener mi matrimonio, y podría ocurrir ahora cuando se están acordando los detalles de la separación. La situación está muy al límite.
Ahora tengo que tomarme las cosas con más calma. Estoy muy cansado y no hay plan de vacaciones este año. Parece el momento de cerrar este blog y este capítulo, aunque no la historia, que solo acaba cuando el último de tus descendientes te olvida. Quizás más adelante lo reinicie de una u otra forma, pero ahora no estoy motivado. En todo caso, creo que crearé otro blog cuya dirección comunicaré en este mismo sitio.
Es tarde y hay que tratar de dormir. Buenas noches y adiós.

lunes, 16 de julio de 2007

Contradicciones


Que la vida está llena de contradicciones es algo sabido, pero no tanto hasta que punto es así. A poco que se analice cualquier hecho se ve como la lógica inmediata se corresponde con la irracionalidad de fondo, y que Platón tiene más predicamento en la teoría que en la realidad. La primera contradicción que se me viene a la cabeza es el hecho de que cuanto más me he esforzado en pos de un fin, más me haya alejado de él. Si me hubiera estado quietecito, habría obtenido sin duda mejores resultados. Aprender esto me está costando carísimo, sobre todo en lo moral. Puede que tenga que ver con el refrán de que lo bueno es enemigo de lo mejor, es decir de que cuando intentas hacer algo especialmente bien, metes la pata, y si solo haces lo suficiente, consigues tus objetivos. Por eso las personas dinámicas nos dejamos arrastrar por la acción y empujamos en el sentido que nos parece lógico, que luego resulta que es el más inadecuado. Con el tiempo te das cuenta de tu error, pero en este momento estás convencido de que tu modo de actuar es necesario y urgente.
He observado otra situación contradictora y grave. Las buenas intenciones de amigos y allegados pueden hacer mucho daño a la persona a la que pretenden ayudar. Se hayan tan cerca, tan solidarios que no tienen perspectiva, no ven lo que hay detrás, no ven la otra cara. No analizan algunas cosas que chocan, y terminan empujando en el camino contrario. Luego se darán cuenta pero quizás sea tarde y el daño resulte irreversible El mayor favor que podemos hacer a un amigo es ser crítico con su forma de ver las cosas, porque si se está equivocando, nosotros tenemos que sacarle de su error. El camino fácil es dar siempre la razón, pero con ello podemos estar alimentando una actitud nociva. Hemos de distanciarnos, pensar con inteligencia y hacer ver lo que desde dentro él no ve.
He aprendido que lo más inteligente, lo menos dañino, es mantener siempre un margen de duda en todo y esforzarse en pensar que a lo mejor no tenemos toda la razón, que la medida o la actitud que estamos tomando, aunque ahora nos parezca evidente, puede ir en contra de nosotros mismos o contra nuestros amigos. En los últimos tiempos me ha ocurrido más veces de las deseadas. Y en mi entorno, ahora está pasando con seguridad: se ve perfectamente desde fuera y los de dentro no se dan cuenta. No se cómo advertirles, cómo avisarles de que con sus buenas intenciones están haciendo mucho daño a quien pretenden ayudar. Tampoco lo consiguieron conmigo, lo intentaron pero no fui lo bastante inteligente. Parece que ya es tarde, aunque puede que no todo el mundo sea tan estúpido como yo.

De vacaciones


Las primeras vacaciones después de la ruptura son tan inquietantes como la primera navidad o el primer fin de año, pero para esto todavía falta tiempo. En pleno mes de agosto, con el trabajo oficial casi terminado, uno se plantea cómo serán este año. En veranos anteriores siempre fuimos el mismo grupo de matrimonios amigos al viaje que proponía, con más o menos consenso, el que hacía de líder. Aunque había “peros”, al final el resultado era positivo y se volvía a repetir. Eso se acabó.
Este año coincide con todo el maremoto de la separación: acuerdos patrimoniles, tramites, adaptación a las nuevas circunstancias e incertidumbre económica, todo aún sin resolver. ¡O sea que para vacaciones está el patio!. Pero algo conviene hacer, que la cabeza y el animo no están para mucho abuso.
¿Tiene usted cerca un parque con un estanque, o un río o un lago?. Pues acérquese por sus alrededores con espíritu de veraneante. Ese sitio será el Zamora Costa o el Ciudad Real Costa del que dispondrá. Paséese con atuendo playero -ahora creo que se llevan los pantalones pirata- y sienta la brisilla refrescada por el agua como si estuviera en Punta Cana. Siéntese en esa terraza omnipresente y deléitese con su bebida preferida. Si entorna los ojos se transportará al paraje de sus sueños.
Adéntrese al inevitable barrio turístico de su ciudad y trate de incorporarse a un grupo al que el guía le explica el monumento. Se asombrará de lo poco que sabe de su propia ciudad. Entre en la oficina de turismo, diga que viene de Finlandia –no se lo creerán pero que le demuestren lo contrario- y, de lo que le propongan, seleccione una iglesia románica por cada tres bares con encanto. Recórralos con cara de asombrado y entre en las tabernas pidiendo lo más peculiar del establecimiento. Verá como aun se puede sorprender. Localice ese pueblo con sabor añejo que está entre treinta y setenta quilómetros de su ciudad y programe una visita en autobús de línea. Adquiera el billete en la cola, como todo el mundo, y trate de identificar una compañía grata para el trayecto. Una vez allí, andurrée el lugar y tapee en las tascas como si estuviera en la más recóndita ciudad de Europa. Pregunte a los lugareños donde se come bien y sin pamplinas y pruebe la especialidad del lugar. Tome fotos y hágase retratar con la iglesia mayor al fondo. La sensación será muy parecida a un viaje exótico por Tahilandia y no hay color en el precio.
Otra opción es que alguien se lo pague. Si es docente y tiene algo que enseñar, puede hacerse invitar a un curso de verano en otra ciudad y acudir como profesor, siempre a gastos pagados, claro. No está mal, aunque haya que currar algo. Si enseña poco, o lo que no debe, o no se cotiza, todavía puede hacerse contratar por alguna persona con dificultades físicas que quiera viajar, como acompañante y ayuda. Negocie con el algunos días libres en ese tiempo. Hay otras soluciones, pero podrían ser tildadas de indecorosas y no las vamos a mencionar.
Dos puntualizaciones. Una: es mejor ser viajero que turista, estar y vivir el ambiente que seguir un programa impuesto. Y otra: no minusvalore los pequeños rincones cercanos, mucha gente viene de muy lejos para disfrutarlos.Tampoco hace falta un largo periodo de descanso. A veces con algunos días sueltos también se para el ritmo, que es de lo que se trata.
De momento no me preocupan mis vacaciones de este año, entre otras razones porque tengo asuntos más urgentes e importantes de los que ocuparme, lo que no quiere decir que tenga ganas ni ánimo para afrontarlos. Si no surge un buen plan, me quedaré durmiendo hasta las diez y después seguiré en la cama leyendo, a ser posible un buen libro de viajes. Es casi tan divertido como realizarlos uno mismo, pero menos cansado y no le pican los mosquitos. ¡Buen verano!

domingo, 15 de julio de 2007

La buhardilla


He oído que los occidentales entienden el tiempo de manera lineal, donde todo tiene un comienzo y un fin, y los orientales tienden a verlo como cíclico, en que el fin de un proceso es la vuelta a empezar de la misma historia con elementos diferentes. En mi caso quizás se pueda aplicar el segundo modelo.
Hace muchos años empecé, después de algunas andanzas por otros estudios, una carrera en serio y me fui a vivir en una buhardilla –más bien un ático en una azotea grande- que constituyo mi primera vivienda para mi solo. Con mucha ilusión y sin un duro, la amueblé con lo que pillaba y logré dejarla medio a mi gusto, con cierto aire oriental. Resultó práctica y acogedora, aunque en verano hacía un calor horroroso bajo su techo de uralita.
La buhardilla fue la materialización de mi independencia, el despegue de la casa paterna, nunca del todo, y el inicio de una nueva etapa en que entre mis circunstancias y yo fuimos modelando un proyecto de vida. Allí compartí momentos inolvidables con mis vecinos, unos estudiantes medio hippies de los que aprendí a oír música, un poco de biología, algo de investigación científica, y bastante de la vida en general. Allí nos reuníamos los compañeros cercanos a estudiar, a divertirnos algo, a saltarnos algunas normas, lo normal, y, lo más importante, fue el inicio de mi largo proceso amoroso. Allí aprendí a amar por encima de las barreras, poquito a poco, desde el principio, de una forma que creía indestructible porque era un sentimiento fraguado contra múltiples y constantes embates.


La vida ha dado una vuelta completa y ahora parezco estar de nuevo en aquella buhardilla -en este caso un pisito viejo y bajo reconvertido en local- con la ilusión mermada por el motivo del cambio, aunque con el mismo recorte presupuestario. Inevitablemente, queda parte de aquel espíritu de aventura ante esta situación: tener que organizar la casa, mantenerla, saber sacarle provecho, hacer respetar el espacio cuando busques soledad o concentración, compartirlo cuando precises compañía, cederlo cuando tus allegados lo necesiten, etc. Ir transformando uno metros cuadrados de un piso semiruinoso en un espacio con el que uno se identifique requiere tiempo, algunos recursos e imaginación. Ahora ando escaso de todo eso, así que no voy, no puedo, a complicarme la vida y a corto plazo, más que un hogar como el que ya no tengo, aspiro a un sitio donde pasar parte del día y parte de la noche. Lo que hasta ayer fue lugar de trabajo, se va a convertir sin más en un punto donde cobijarse, donde encerrarse y a veces del que huir.
¿Cuánto queda de la ilusión y de la fuerza con la que retiré el papel pintado de las paredes de aquella buhardilla, les di el primer brochazo de pintura o ubiqué el primer camastro? ¿Con que ánimo busco ahora la mejor forma de aprovechar los habitáculos o la manera de abaratar el mobiliario? Hay momentos, en estos días vivo uno de ellos, en que me parece tan imposible recrear un nuevo hogar como mentira haberlo perdido. Esta tarea la habíamos hecho siempre entre dos, donde yo era el encargado de buscar los medios y la compañerita de mi vida de elaborarlos. Hoy me tocaría hacer las dos cosas a mi solo y no me siento con energías ni para lo uno ni para lo otro. En cualquier caso, no ando con intenciones de compartir nada, que el mayor daño que te inflingen estas historias es la profunda desconfianza que te inspira la mitad del género humano.
No era función de estos textos lamentarse, así que, como está saliendo blandengue y arrugado, vamos a dejarlo. Será mejor que me embauque a mi mismo, cosa que según alguien me dice hago yo con los demás -no me había dado cuenta-, y me convenza de que dentro de veinte años todo esto me parecerá una anécdota. Puede que para entonces la vida entera se vea como eso, como una sucesión de anécdotas.

domingo, 8 de julio de 2007

La falta de recursos


Algo común en casi todos los casos de separación es que los mismos recursos tienen que repartirse para dos casas. Y más frecuente es que la del varón, tal como está la ley de protección de la mujer, quede mucho peor parada. Vayámonos preparando. No es lo mismo tener un consumo compartido -donde comen tres comen cuatro- que dividir la organización doméstica de manera que se duplique el pago de vivienda y mobiliario, los contratos de servicios, se incrementen los gastos de ocio por las mayor necesidad de distracción, etc. ¿Cómo sobrevivir?
Ya analizamos anteriormente algunas propuestas a cerca de la vivienda, la ropa y la alimentación. Este capítulo es, obviamente, sagrado. Comer fuera de casa va a resultar más caro a no ser que sean menús realmente económicos y de cierta calidad, preferiblemente de tipo casero. Si no es así, se ha de empiezar aprendiendo a preparar alimentos que apenas necesiten cocinado. Se puede desayunar una leche con cereales u otra cosa de su gusto. Luego en la calle, tómese un cafetito, descafeinado, para completar. Provéase de una parrilla eléctrica y un microondas y tendrá muchas posibilidades. En la parrilla podrá hacer filetes de todo tipo y verduras, que están buenas recién hechas –pruebe las setas- e incluso tortillas. En el microondas podrá calentar, además de la leche, latas de comida casera que no están mal, como las albóndigas o la fabada.¡Ojo, no meta la lata metálica en el aparato, vierta previemente el contenido en un recipiente de loza o plástico!. Vaya ampliando su arsenal de recetas en esta línea, comida no cara, nutritiva y fácil de preparar. De cena, solo fruta y/o yogurt, acuérdese del problema nacional de la obesidad y de la necesidad de cuidar su aspecto físico. No tome ni pinchos ni comida entre horas en los bares. Lleve consigo alguna manzana, que es más sana y barata.
Ahorre agua y energía. Por supuesto, lámparas de bajo consumo, utilizadas de manera inteligente para optimizar el resultado. Apágelas cuando salga. Calefacción y aire acondicionado, lo imprescindible. Agua corriente, la precisa.
Aprenda a entretenerse con poco gasto. Salga con gente que tenga situaciones parecidas, con lo que todos se retraerán un poco en lo económico. Si va solo, recuerde que el consumo es un hábito cultural prescindible en la mayoría de los casos. Beba solo agua mineral, si acaso algún zumo, pero si tiene que alternar, prescinda de las bebidas con gas (refrescos, cerveza, etc), mejor una copa de buen tinto. Es preferible pedir algo barato, un café o té, y disfrutar y alargar el momento. Déle valor a ese pobre brebaje y no lo tome a la ligera. El paseo por las calles, plazas y parques sigue siendo relajante y gratificador. Leer un buen libro –gratis en la biblioteca pública- sentado en un banco al aire libre puede ser más entretenido que un cubata en un discoteca. Invite a la gente a pasear, sin complejos. Entérese de los espectáculos, actividades culturales o eventos organizados por el ayuntamiento o instituciones afines y disfrútelas solo o en compañía. En la red hayará información precisa.
Los desplazamientos son caros.Muévase andando, o en trasporte público . Si no le es muy necesario, venda el coche: obtendrá algún dinero y ahorrará más en impuestos, seguros, mantenimiento y combustible. En estos casos es más barato, créame, tomar un taxi o alquilar uno.
Un capitulo especialmente gravoso es el de las comunicaciones telefónicas.En los primieros meses siente una necesidad especial de contactar con familiares y amigos y explicarles su estado y sus problemas. La tarifa del movil se va a descontrolar. En cuanto pueda, vuelva a su uso normal y tire de del telefono fijo con tarifa plana o a otros medios.
Pague sus multas o impuestos en su plazo, para evitar recargos.
Estudie muy bien sus adquisiciones. No haga compras compulsivas e artículos que no necesite a corto plazo. Compare precios y calidades. Elija los productos más versátiles y cuyo uso canse menos.Cuide los objetos y prendas de uso común para que le duren.
Ante todo, haga esto con dignidad. No vaya dando la imagen de arruinado, aunque no niegue que necesita ahorrar. Si en algún momento hay que ser dispendioso, pues venga, pero luego tendrá que compensarlo.
En general, vuélvase menos consumista. Haga de la necesidad virtud y descubra como se puede vivir plenamente sin caer en la vorágine del consumo. Poseer no proporciona felicidad. Cuanto menos se tiene más se aprecia. Rescate otros valores al margen del mercado, como la conversación, la reflexión colectiva, la contemplación o la práctica de algún arte que no requiera muchos medios, como la escritura, la poesía, el canto, el dibujo, la música, excepto la de piano, etc. No olvide los deportes al aire libre, sobre todo la carrera. Es casi gratis y sentirá como supera sus barreras físicas y emocionales, poco a poco, dándose tiempo.
Recuerde aquellas películas donde se representaba la vida de los intelectuales en la extinta unión soviética. Eran felices sin un rublo. Tampoco era necesario tanto vodka. El agua de Lanjarón, sorbito a sorbo, también termina dando un puntito simpático. Es cuestión de que usted se lo crea, lo mismo que se convence de que un güisqui le hace más simpático. A mi me vuelve más imbecil, sobre todo si son dos. No sea usted el doble de imbecil.

sábado, 7 de julio de 2007

Espacio propio


Por primera vez en esa historia he conseguido un espacio físico propio de uso personal. Tiene aún todas las limitaciones del mundo, en distribución y equipamiento, algunas muy importantes, pero lo tengo disponible a cualquier hora del día: es el embrión de mi nuevo hogar. Me he sentido tan a gusto que apenas he salido a la calle, lo que va en contra de mis objetivos de socialización, aunque también es bueno vivir la soledad, como dice mi amigo Antonio.
De un una moderna tienda he traído varios mueblecillos a precio de risa -la calidad va de justita a mínima- con los que he compuesto una especie de estudio adaptándome a la disposición que tiene el recinto debido a su uso anterior. Ni soñar con reformas en este momento, hay que echarle imaginación y obtener el máximo rendimiento con la mínima inversión y esfuerzo. Ambos, recursos y ganas de trabajar, están justos y he de aplicarlos a terminar de adecuar otro espacio destinado a usos profesionales, que es el que realmente nos sostiene económicamente a todos los implicados en este tema.
Incluso con un mobiliario modestísimo, me siento feliz al disponer de un sitio donde dormir cuando tenga tiempo y ganas (a la falta de sueño se le unía la de un sitio sin condicionantes), organizar mis cosas (hasta he extraviado muchas por el descontrol), leer un buen libro (hábito que estaba perdiendo), escribir (que mantengo a duras penas), ver cine o documentales (que apenas hacía ya), estudiar (llevo meses sin enfrentarme a un texto científico) o estar sin más, añorando o ensoñando, a partes iguales, viendo a través de la mirada perdida en el techo las escenas vividas y por vivir, idealizándolas, recreándolas, agarrado a esa fe perruna de que todo irá como tiene que ir, en el más amplio y positivo sentido de la expresión. Soy hombre de fe, no en Díos, que si existe está en lo suyo, sino en los demás y en mi mismo, y esa fe no me la destruye nadie.
Este miniproyecto de vivienda –mínimo teniendo en cuenta los recursos- también exige planificación. La primera intención fue reformar el piso para sacar al máximo sus posibilidades, pero ahora no es el momento. Así que he sustituido el catre, que guardo con cariño porque nunca se sabe si hará falta otra vez, por un sofa-cama de saldo, luego me he provisto de mesa y sillas de oferta, un armario pequeño y barato, una estantería de plástico y pare de contar. Lo siguiente será plancha y planchero, tostadora y microondas. Cocina, frigorífico, y lavadora son palabras mayores, pero todo se andará. De momento se van comprando los alimentos al día o se come fuera, y se lava a mano o se sigue recurriendo a los familiares, que se sienten muy útiles con ello. Una vez montado y ordenado, provisionalmente, pues habrá que hacer alguna chapuza inevitable y pintar todo, lo he contemplado satisfecho, dándome cuenta que tampoco hace falta mucho para estar a gusto. Hace unos días oí en un programa de radio que el dueño de una multinacional había vivido los últimos años de su vida, por voluntad propia, en una estancia donde solo había un edredón encima de una estera en el suelo.
Siento que este es un espacio propio pensado para vivir solo. Hoy no contemplo la idea de establecer un pareja estable que exija un lugar para ser compartido y presiento que es un criterio firme. Me veo alternando momentos en soledad aprovechada y de compañía gratificante. Aceptar ese tiempo de retiro puede ser un signo de adaptación a las nuevas condiciones impuestas. Ahora estoy viviendo un momento así, sin ansiedad. Me quedaría aquí el resto del día si no me hubiera comprometido a ir a un encuentro social del que no espero nada, que es la mejor forma de encontrarte con una sorpresa. A partir de ahora me interesaré por las revistas de decoración o por la dotación de las celdas de los conventos de clausura, ya iré decidiendo. Mientras tanto, aquí tienen ustedes su casa, para lo que les haga falta.

jueves, 5 de julio de 2007

Los hombres no lloran

Los hombres no pueden llorar en este blog, y como son cabales, lo cumplen. ¿Cómo lo logran? Cuando cada día te aprieten las tuercas un poco más, las anginas de la exigencia te angosten el respirar, la losa del reproche y la culpabilización te rompa los costillares y la bota del exceso te aplaste la cara contra el suelo, cuando además la tuerca, las anginas, la losa y la bota están cargadas de un pasado idílico que se prolongará en los tiempos de la desesperanza y en los espacios de la nostalgia, solo puedes hacer una cosa: caminar, caminar, no parar de caminar.
Tu mirada estará perdida, ¡mira con descaro!, tu espalda tenderá a curvarse, ¡saca pecho!; tu respiración será tenue, ¡respira hondo!; tu corazón latirá sobresaltado, ¡templa el ritmo! tus pasos serán indecisos, ¡imprime fuerza!; tus pies irán arrastrándose, ¡pisa firme!; tu voz sonará sorda, ¡haz vibrar el timbre y pronuncia claro: VOY A SALIR DE ESTO!
Recorre calles y plazas, observa el contorno de los tejados contra el cielo, intuye el ánimo de la gente que se cruza, contempla la lucha del árbol contra el cemento, del pájaro contra la reja, del viento contra la ropa tendida, de la naturaleza contra la cultura. Sumérgete en el mundo que te rodea y flotarás en ese agua densa que te alcanza el cuello. Agua que antes fue torrente limpio y revoltoso, y que algún día será manantial sereno. Si por un momento no puedes reprimir el llanto, oculta tu rostro entre las manos y límpiate rápido las lágrimas, será como si no hubieras llorado, sino solo un mísero gemido que se escapó del pozo triste semioculto tras el telón de tu gallardía.
Encamina luego tus pasos hacia el retiro, el amigo, el hermano, el padre o el hijo, pero llega ya con sosiego, disipa antes tu angustia a través de tus zapatos, llévales algo de la brisa fresca que encontraste por las calles, aire que ragalará tus pulmones tanto como los de ellos. Platica amable y sincero y déjate guiar hasta le lugar de reposo que siempre tienen para ti. Mañana será otro día y quizás las aguas bravías se remansen, la bota suavice su suela, la losa se aligere, las anginas empequeñezcan y la tuerca cambie su giro. Hay que tener esperanza. La esperanza aplaca la tristeza. Y la tristeza puede hacer llorar y en este blog los hombres no lloran.

domingo, 1 de julio de 2007

Controlando el ritmo.


Ayer fue el día después de un día duro, pero había dormido algo mejor que otras veces, cosa inexplicable. Los motivos y detalles, no caben en este blog. Por la mañana acudí a la natación más descansado y sobre todo, más tranquilo. Entré en el agua con cierta familiaridad todavía recelosa, pues mi ambiente natural ha sido siempre de secano. Tras los estiramientos, acometí el primer largo sin mucha bravura, como una tarea rutinaria que hay que hacer, y empecé a bracear a buena marcha, ni rápido ni lento. Cuando estaba cerca del final vi que no sentía esa angustia de otras veces por llegar, y decidí volver sin hacer pausa, cosa inaudita en mi caso, ya que tengo menos fondo que una lata de anchoas. Toqué el borde y tras respirar hondo emprendí el regreso. A la vuelta me fui notando cansado pero supe que llegaría bien. Ya en los últimos metros tuve que apretarme un poco y terminé con el corazón dando zambombazos, como cuando en los primeros intentos de terminar un largo me quedaba a la mitad. Después seguí mi plan de entrenamiento sin problemas ¿Y a que viene todo esto? A que este pequeño logro, o grande, según se mire, se debe a dos circunstancias relacionadas: que voy cogiendo más resistencia fruto del trabajo constante, y que he ido a un ritmo más tranquilo.
Una clave esencial en la vida es el ritmo con que se vive. Si nosotros controlamos la velocidad de la secuencia de acontecimientos diarios, podremos asumirlos de manera natural, e ir resolviendolos sobre la marcha. Así mismo, si marcamos la cadencia de nuestros impulsos vitales, incluyendo el latir de nuestro corazón, nos estaremos otorgando el poder de manejar el devenir de los sucesos, que no vienen impuestos en su totalidad, o al menos el de responderles de manera más calma y segura. Junto al buen estado de ánimo, el control del ritmo de nuestra vida, desde el palpitar cardiaco hasta el fluir del pensamiento, es un elemento básico para atravesar situaciones difíciles.
Cómo hemos dicho alguna vez, ¿Qué fácil es decirlo, no? Pues se puede, lo que pasa es que no de manera perfecta desde el principio. Toda nueva habilidad requiere aprendizaje y todo aprendizaje, tiempo y constancia.
Una característica de la sociedad actual es la rapidez con que nos llegan los estímulos de todo tipo, sobre todo a través de los medios de comunicación, los cuales terminan suplantando la vida real. De alguna manera estos trasladan a nuestro quehacer diario la compulsión que rige sus emisiones. La llegada de imagen tras imagen, dato tras dato, mensaje tras mensaje, no nos permite reflexionar, solo engullir lo que nos mandan, que es lo que pretenden, que consumamos sin decidir. De la misma forma, en nuestro día a día nos programamos un horario muy por encima de nuestras posibilidades de disfrutar lo que hacemos, de integrarlo como una tarea enriquecedora, de vivirlo como algo propio. Y también de esa forma, nuestra mente se desboca sin asumir ni resolver los sucesivos problemas –en la acepción normal, no en la dramática- que ese frenesí nos impone. Esta situación es insostenible, o en el mejor de los casos se cronifica y nos lleva a una vida arrastrada donde poco tenemos que decidir, por lo tanto apenas nada podemos vivir de lleno.
Vivir de lleno lo cotidiano es una forma de plantear lo mismo. Para ser consciente de que me estoy comiendo una manzana, he de contemplarla, saborearla, deglutirla y dar un margen de sosiego para que se inicie una buena digestión y para eso necesito centrarme un poco en esa acción y dejar de lado otras. Quien dice una fruta, dice escuchar a alguien, responderle de manera adecuada, acometer una tarea, tomar una decisión, etc. Para todo eso hace falta que mi mente y mi organismo trabajen al ritmo que le permita su capacidad, no al que le obligen desde fuera.
Por tanto, hay que saber que podemos ejercer en buena medida cierto control sobre los estímulos que nos llegan y sobre la respuesta que les damos. Hemos de tratar de marcar los tiempos, mentales más que cronológicos, de los actos que componen nuestra vida.
Estos argumentos parecen tan obvios que no necesitarían ser comentados, pero nos lo tenemos que recordar porque lo olvidamos continuamente. Hay cosas que olvidamos y deberíamos recordad y otras que no paran de dar vueltas en la cabeza y que habríamos enterrar en lo más profundo de nuestros pensamientos. Pero de eso no quiero hablar ahora, porque no cabe en este blog.