miércoles, 20 de junio de 2007

En forma


Las barras de los bares de copas deben estar llenas de de divorciados desprevenidos a los que no les dio tiempo esquivar el mazazo. Como eso duele, duele y duele, es humano acudir a la analgesia de alta graduación, entrando en la espiral del beber para olvidad, que es la manera más rápida de hacer permanente el recuerdo. Aunque resulte moralizante y mojigato, hay que decir que es un error, que no interesa degradarse embotando el cerebro y deteriorando este cuerpo serrano que Dios nos dio.
Hay que mantener nuestro organismo en las mejores condiciones que seamos capaces de conseguir de manera natural, tanto en salud, como en imagen, como en fortaleza física. Ante una hecatombe emocional, lo primero debe hacerse es reaccionar con una hiperinyección de voluntad y de determinación ciega de superarse. ¿Qué yo no voy a perder esta barriga cervecera?¿Que no voy a enderezar la espalda humillada? ¿Que no me voy a quitar de encima estos quince quilos de grasa pegada a mi barbilla y a mi cintura? ¿Qué no… de qué? Como decimos en mi tierra. Ventajas, todas, inconvenientes, ninguno.
Vayamos por partes. El hombre tiene un instinto universal que es el de la supervivencia. Un separación inesperada es casi una muerte moral en el sentido de que se acaban de golpe cosas que consideramos vitales en nuestra vida. Tenemos que poner en marcha todos nuestros mecanismos de adaptación para salir de este estado comatoso, de esta UCI con las menores secuelas posibles. ¿Cómo funciona el método?.
La primera sensación es de alarma, de incredulidad y de rabia interior, lo que lleva a los individuos inquietos a una actitud hiperactiva. En vez de pegar puñetazos en el aire, o la pared, deporte no homologado, evitando golpear las esquinas y los cristales que, además de peliculero, te puede seccionar un tendón de la mano, puedes aplicar la energía en doblegar la máquina de los bíceps o la de los pectorales, con igual efecto pero mejor resultado. El apetito se pierde, con lo que más bien hay que cuidar que no falte la ingesta mínima.
La siguiente actitud instintiva es el de tratar de recuperar lo perdido, si interesa y se cree que es aún posible, y uno de los recursos inmediatos es mejorar el atractivo físico, lo que constituye un magnífico aliciente para iniciar el cambio. Pensar que la situación es aún reversible y que merece la pena intentarlo te sostiene cuando aún faltan diez minutos en la bicicleta elíptica o dos horas para la manzana de medio día. Ver como la báscula baja y el fondo físico aumenta parece acercar la entonces ansiada meta de normalizar la situación.
Posteriormente vas teniendo dudas del resultado final y empiezas a sentir cierto resentimiento sazonado de puntazos rabiosos. Eso da energía para apurar las últimas brazadas natatorias en la calle de los lentos y para descartar el chorizo y la morcilla del potaje de garbanzos del menú. Cada vez estamos más desilusionados en lo moral pero más guapos en lo físico, y eso compensa, oiga.
Poco a poco ya se va aceptando el hecho consumado, cuesta más de lo que debiera, y uno se tiene que planear una nueva vida social de la que al menos salgan una buenos ratos de grata compañía. Es ahora más preciso que nunca reforzar la capacidad de comunicación, que empieza inevitablemente por nuestra fachada, la cual dice mucho de quienes somos o pretendemos ser. Ahí tenemos otro acicate para seguir con la lucha contra el declive corporal, que aumenta nuestra estima y nuestras posibilidades de hallar lo que buscamos.
Un fenómeno añadido muy interesante es que se puede establecer un paralelismo entre la mejora del rendimiento deportivo y de la imagen corporal con la superación del choque emocional y la readaptación a las nuevas circunstancias. Es como si la llegada a la pequeña meta de cada día se acompañara de una leve mejoría del estado de animo o algo de más autocontrol sobre nuestros sentimientos. Se avanza a la par en los dos caminos.
Quede claro que estamos hablando en todo momento de vida sana, emocional y orgánicamente. Todo lo contrario a los cambios de imagen forzados, a costa de la propia salud. Por ello la dieta equilibrada y ajustada a nuestras necesidades calóricas se ha de acompañar de un ejercicio proporcional a las condiciones físicas iniciales de cada uno. Andar y nadar son los reyes del mambo en este campo.
Tampoco hay que ser muy pretencioso ni obsesivo. Es verdad que para mantener los logros alcanzados hay que tener un control estricto –una buena báscula electrónica es imprescindible- pero no podemos centrarnos solo en el aspecto corporal de nosotros mismos, porque podemos caer en esa vacuidad tan generalizada entre los aparatos de gimnasia. No sea que tanto músculo no deje sitio ni a la inteligencia ni a los sentimientos. Y eso tampoco es. No funciona, no sirve. Preferible seboso que hueco, pero mejor aun es sustituir la grasa sobrante por cerebro y corazón.

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