viernes, 22 de junio de 2007

Lo doméstico

Aunque tengo mis dudas, dicen que hay dos tipos de matrimonios, los que acaban bien y los que duran toda la vida. En el primer caso, mayoritariamente es al españolito varón al que le toca salir de casa, las estadísticas lo confirman, ya sea por lógica, por justicia , por caballerosidad –de quijoterío estamos bien servidos- o por un poco de las tres cosas. Pongamos que sea usted, es decir yo, quien lía el petate, literalmente, y decide pernoctar -y pasar el resto del día también- fuera de casa. Entra en un mundo nuevo y desconocido en el que tiene que solventar un montón de problemitas que en conjunto suponen un problemón. ¿Dónde y como vive usted, desde el punto de vista práctico, fuera de casa?.
Recordemos que la casa es el lugar donde se vive, el refugio, el hogar, el lar, el sitio donde se está acompañado, donde se duerme, se descansa, se relaja, se piensa, se conversa con la familia, se asea y acicala, se prepara y se guarda la ropa, se guardan y cocinan los alimentos, se come acompañado, se ama, se hace el amor, se discute, se reconcilia, se educa a los hijos, se guardan las cosas que traen recuerdos, se rememoran los recuerdos, se sufre la enfermedad, se convalece cuando está recuperandose, se reúnen los amigos, se reciben las visitas, a los familiares, se las atiende, se las agasaja, se les despiden, se arreglan los hijos para salir, se les espera hasta que vuelvan de sus salidas, se fraguan las ilusiones, se planifican los proyectos, se envejece, se llora a los que se fueron… y un sin fin de cosas más. Todo esto lo tiene que resolver ahora en la puta calle –en consonancia con la putada que la vida, para no culpar a nadie en concreto, le ha gastado-, pero como prometimos que no vamos a empezar otra vez con los lloriqueos, vamos a buscar soluciones prácticas.
Lo primero que se le ocurre es alquilar un apartamento, que como es pequeñito no debe constar muy caro. Un ático con terracita estaría bien. Nada más preguntar por el precio, le dan un bofetón virtual casi tan fuerte como el que acabó de recibir hace unas semanas: eso no es una cifra, eso es un insulto. El siguiente paso es una vivienda compartida. Estudiantes, descartado, solteros o separados, los hay, pero a estas alturas tendrá que aprender nuevas normas de convivencia que incluyen una paciencia y tolerancia infinitas en aspectos como limpieza, orden, tranquilidad durante el día, poder dormir por la noche y puntualidad en los pagos. Solución: vivienda compartida donde usted sea el que la alquile el piso y el resto sus realquilados, con permiso del dueño. Significa que podrá poner las normas y hacerlas cumplir, siempre que en una vida anterior fuera policía.
Otra solución es alquilar una habitación con derecho a cocina y baño en una casa de familias que necesiten ingresos extra. Si hay suerte podrá tener derecho a compañía también, pero eso es una lotería. Puede encontrarse de todo: huraños, tacaños, ruidosos, entrometidos, acosadores, depresivos, etc. y en algún caso, buenas personas. Cuestión de probar.
Si la situación le acucia y no ve solución por la vía del compartir vivienda pagando, o vivr de prestado, hágalo gratis como en casa propia. Sí, sí, como lo oye. GRATIS, o con una pequeña inversión. Es muy sencillo. Esté con ojo avizor y localice a alguna mujer ingenua, a ser posible que piense que es lista y autosuficiente, con casa propia y que esté recién separada. Debe ser en ese momento de inestabilidad emocional provocada por la ruptura, en el que se adoptan las decisiones más indecuadas, por que si pasa más tiempo y la pieza retoma la cordura y el sentido común, se le escapa la caza, amigo. No hace falta que sea usted nada especial, la cuestión es que aparezca como graciosillo, atento, halagador, que le de siempre la razón, que ejerza de protector servicial, y si además la lleva y la trae en su coche, tiene el cincuenta por ciento del trabajo hecho. El objetivo es meterse en la vivienda como sea, no se preocupe por que le llamen maromo, cuando esté dentro, a ver quien le echa. Fíjese lo rentable que le habrán salido los quilómetros que ha hecho de taxista. El que ella tenga hijos no importa, que se fastidien, a ver quien aguanta más.
Si no tiene la suerte ni la caradura de adoptar la solución anterior, tendrá que inclinarse por las otras mencionadas o hacerse con algún espacio, auque sea cutre y pequeño, y adecuarlo a sus necesidades, en función de sus gustos y posibilidades. Para ese capítulo hay que pagar a parte, o sea esperar a que lo cuente.
Luego tenemos el resto de problemas domésticos, como la higiene, la ropa, la comida, etc. La solución va a depender totalmente de como resolvmos la cuestión de la vivienda. En próximas entregas aportaremos algunas ideas, creo que buenas.

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