lunes, 25 de junio de 2007

La colada


Imagínese que con el disgusto pierde el apetito y aprovecha, con ayuda del ejerció y de una dieta equilibrada, modificar su silueta. Todo ventajas memos una, la ropa no le servirá. Si la economía está cortita, cosa fácil en tiempos de separación, tendrá que ir buscando un vestuario nuevo entre las ofertas de los distintos establecimientos del ramo. En los juveniles puede encontrar ofertas dos por uno, bien de precio y regular de calidad, para salir del paso. Resuelto provisionalmente el problema, queda algo tan importante como obviado que es lavarla cuando se usa. Hasta ahora alguien se encargaba de ello, pero eso puede que se haya terminado.
Tranquilidad: la lava usted mismo. Si es un polo o una camisa, no la use más de un día y sumérjala por la noche en el lavamanos o en un barreñito de plástico con detergente disuelto en agua, la cantidad justa para que cubra. En los puntos más críticos, axilas, ponga el detergente directamente. Por la mañana, frote en esos puntos y un poco más por toda la prenda. Tire el agua, eche una limpia, deje que se empape la prenda y estrújela retorciéndola. Repita esto tres veces, cambie el agua y vuelva a hacer lo mismo. Tiéndala colgada de una percha, procurando que quede estirada, en el sitio más soleado y ventilado que encuentre. Con las prendas interiores, gayumbos por mal nombre y calcetines, proceda igual, aunque los puntos críticos son otros.
Conviene no mezclar la ropa de color, la primera, con la blanca, la segunda. Saber que es de color y que es blanca es un misterio que aún no he conseguido resolver, porque no depende de su cualidad cromática sino de la posibilidad de que despinte y eso es algo intuitivo, que solo sabe la genuina ama de casa por pura intuición o por transmisión de madre a hija. Para resolverlo puede buscarse una novia de urgencia o vestir siempre de negro, por dentro y por fuera. Yo que usted, le iría cogiendo el gusto al luto.
Los pantalones aguantan más pero son más difíciles. Yo los mandaría directamente a la lavandería, pero si se atreve, hágalo, sabiendo que es igual pero con más frote y enjuague. Observe bien donde tiene las manchas para aplicar ahí el detergente más concentrado. Cuando se mojan, las manchas no se ven bien.
No se deprima por verse haciendo tareas que le parezcan impropias de su sexo y condición, masculina. Los que hicimos la mili lavábamos nuestros uniformes con ardor guerrero tras la instrucción, mientras hablábamos entre nosotros de cómo estaba la novia del otro y de lo que, supuestamente, íbamos a hacer con la nuestra durante el permiso de fin de semana, sin reconocer que casi siempre lo hacíamos solos. Así que aplique ritmo militar al frotado de las axilas y la entrepierna de la prenda y déjese de complejos.
El planchado tiene un arte especial. Primero.¿tiene planchero? Pues búsquese una planchita de viaje, coja una toalla de baño o una mantita y colóquela doble y bien extendida encima de una mesa. Despliegue la prenda y empiece a planchar. Es mejor que esté ligeramente húmeda, si está seca se acartona y las arrugas no salen bien. En este caso, pulverice algo de agua con un spray o con el pulverizador de la plancha si lo tiene. A planchar se aprende planchando, igual que a capar se aprende capando, como decía un buen compañero mío. Si quiere alguna demostración práctica puede acercarse por la sección de lavandería de los grandes almacenes y observar cómo lo hacen las guapas empleadas. Cuando ella levante la cabeza de la faena, usted la mira a los ojos, pero cuando siga con la tarea, usted a aplíquese a lo suyo, que está ahí para aprender a planchar, no para ligar. Si consigue su teléfono, le puede pedir que venga a su casa a que le de alguna clase particular… de plancha, que de lo demás ya sabe. Pero no se haga ilusiones por que las guapas tienen siempre novio. Pillarlas libres es como encontrar un aparcamiento en el centro el lunes por la mañana. Un tío raro que salga a destiempo, una suerte infinita.
Doble la ropa como vienen de nueva o utilice perchas, obviedad necesaria, pero en cualquier caso mantenga ordenado el armario, o la maleta, con las prendas organizadas por categorías, En verano, quite de en medio las de lana, ¡por favor!.
Para hacer estas tareas se requiere una preparación psicológica especial porque puede sufrir una fuerte ataque de melancolía, a veces literalmente lacrimógena, que le afectará al cerebro hasta el punto de olvidar las numerosísimas veces que su ex le castigó injusta y cruelmente. Recordará solo que sus camisas quedaban tan bien dobladas entonces que parecía hecho con amor. No se confunda. Era solo profesionalidad, y usted puede llegar a hacerlo igual de bien. ¡Animémosnos!.

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